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Puerta del tiempo

Puerta del tiempo

-Libro de los suspiros.
-Geografía del alma.
-El cerro de los fenicios.
-El sillón de terciopelo.
-La sonrisa de la Diosa.
-Solos ante campos dormidos.
-Piedra para la eternidad.
-La iglesia de los tres enigmas.
-El secreto como arma.
-La primera crónica.
-El ultimo bosque de ribera.
-Joyas entre olivares.
-Tras los simbolos del poder.
-Renacer del agua.
-El alma de las casas.
-Huyendo del mundanal ruido.
-Paraísos cercanos.
-La furia del tiempo.
-Estrellas en pleno día.
-Trío de ases.
-Fandangos en Pakistán.
-Memorias de pasión.
-Ritual de hermandad.

Libro de los suspiros

Cuando se agotan los datos objetivos, comienza la subjetividad literaria. Cuando se acaban las certezas hay que dejar espacio a la poesía de las preguntas. Bien podría ser ésto una especie de libro de los suspiros por el tiempo perdido. Por el tiempo que dejamos huir sin detener el olvido. Por tantas cosas que quedaron esparcidas en el camino. Lamentos por los edificios -de piedra, carne o palabra- que dejamos perder sin pena ni gloria. Por los trozos de nuestra alma que cambiaron para adaptarse a la modernidad, a veces mal entendida. Pero también por el gozo de ir reconstruyendo poco a poco nuestra olvidada casa común de vecinos anónimos o gloriosos, grandes o pequeños, pobres o ricos.

En la batalla contra la furia del tiempo, la prosa de lo que triunfa y flota en la superficie ha ido quitando espacio a la poesía de lo vencido, que subyace en el fondo. Solo hay que removerlo todo para que se funda y se acerque hasta nuestros sentidos cargado de un nuevo, sugerente, fresco, abierto y atractivo sabor dispuesto a ser degustado con un renovado placer.

Esto no es una simple enumeración de datos fríos, una enciclopedia, un listado. Esto es una nueva mirada subjetiva sobre nuestras cosas de siempre. Una perspectiva aérea, ancha, abierta y profunda que resume y evoca. Una autorretrato plural desde lo vivido y lo sentido. Una guía para visitantes y una reconstrucción para residentes. Un antídoto contra el olvido. Un pregón a las cosas de esta tierra que más me llamaron la atención. Un ensayo entre la razón y la emoción. Nuestros poetas e investigadores científicos nos dieron respuesta a las mismas preguntas, cada uno con sus armas, recursos y argumentos. Ambos conincidieron en ocasiones. Ambos son caminos para una misma meta. Hacia lo universal, por lo local.

En los últimos años se han ido disipando dudas de lo que fue, a pasos gigantes. Gracias a las personas que invirtieron mucho tiempo en investigar y a los que no dudaron en ponerles soporte y altavoz. Subido a hombros de gigante, nostros podemos ahora, echar un vistazo completo al paisaje. Solo hay que engarzar pacientemente las cuentas con un poco de amor y curiosidad, para lograr el collar de la belleza.

Solo sé que no se nada, de las cosas que hoy más me gustaría saber de nuestra tierra. Esas son las que yo aquí denomino misterios. No tengo todas las respuestas pero estoy convencido de que juntos, encontraremos el camino de nuevas e interesantes preguntas.

Geografía del alma

El viajero sabrá que ha llegado a Marchena cuando entre los llanos infinitos, o por las tímidas laderas de olivares, vea la daga de sol de la torre de Santa María. No puede separarse el paisaje de murallas, leyendas o riquezas, dudas o certezas, de la tierra, que es el origen de todo. Todo lo que buscaron los hombres antiguos, que cruzaron el océano en busca del destello de la plata, o quienes llegaron del sur huyendo del desierto, o desde el norte en busca de un paraíso, tenía que ver simple y llanamente con un trozo de tierra donde vivir en paz. "Historia, quietud, piedras venerables, tradición y metafísica". Eterna, honda, sabia e intemporal. Tu sed y mi sed. Todo esto han dicho los poetas sobre esta tierra cuyo nombre borraron los siglos. Pasado, presente y futuro.

“En el verde olivar de la colina/ hay una torre mora,/ del color de tu carne campesina/ que sabe a miel y aurora”. Lorca parece decirnos en estos versos que nuestras torres y murallas son más bellas vistas en la lejanía desde caminos y laderas cercanas, cuando toda la magia se concentra y se nos aparece un pueblo salido de una leyenda oriental. "De la ciudad moruna, tras las murallas viejas, yo contemplo la tarde silenciosa, a solas con mi sombra y con mi pena”, a decir de Machado. Y ahora en el comienzo del segundo milenio, vuelve el hombre de nuevo su mirada a la tierra, que siempre ha estado ahí, mientras todo cambiaba. Algunos creen que es éste un paisaje monótono, y que no puede competir con las espectaculares sierras. Pero mientras en la montaña nos subyuga la presencia casi sagrada de los picos, el llano nos evoca la libertad, quizá por eso son pacíficos sus habitantes.

No se puede decir que estos caminos de Marchena no se han de andar, pues como dijo Machado, el poeta del paisaje "¿Para que llamar caminos a los surcos del azar?”. Es necesario descubrir estos caminos y paisajes, -a pie, en caballo, en bicicleta, o vehículo de motor- , no sólo para hallar sus secretos milenarios, sino para que este nuevo horizonte, tras la oportuna meditación, nos haga descubrir el paisaje de nuestra alma.

Muchos puntos verdes rompen la parda monotonía a lo largo de todo un paisaje salpicado con más de 200 antiguos asentamientos humanos, abundantes cursos de agua, restos de antiguos bosques habitados por una completa fauna, nobiliarias cortijadas y modernos centros de recreo. Lugares de un innegable interés paisajístico, natural y de ocio. Todo aderezado por la sorpresa de la liebre o el mochuelo, el pato o la perdiz.
Y sobre todo, el paisaje, como escenario de la vida cotidiana que nos dejó viejas costumbres aún vivas, una gastronomía rica en sabores e influencias, fiestas y celebraciones inalterables y sobre todo un sentido de la vida que se basa en dejar vivir al vecino y disfrutar con placidez de lo que la naturaleza nos ofrece. Una tradición que atrae no solo a vecinos de Marchena sino a personas de paises lejanos que ya se están instalando en estas tierras.
Cada vez es mayor la tentación del que vive aquí de claudicar y marcharse subido al tren de la prisa, que no de la modernidad. Pero no conviene confundir el estrés con la vida. "Oir el piar de los gorriones en los aleros- casi a la mano- de los tejados de oro, será una fabulosa riqueza de paz humana e ilimitada. (...) Pasear todas las tardes, por la ancha calle solitaria, siempre será un triunfo", profetizó Luis Camacho. "Vosotros tenéis la prisa".(...)"Nosotros tenemos la libertad maravillosa de nuestro íntimo ser, nuestro dambular parsimonioso, por dentro y por fuera, porque sabemos que en la vida verdadera, que es la de la naturaleza, la de los campos, la de los cielos, la de las inapetencias resignadas y sabias, no existe el tiempo, ni la prisa, ni la angustia dolorosa del pequeño fracaso cotidiano".
Muchas de las descripciones del alma del hombre nacido al calor de esta tierra, son universales y se resumen en los siguientes versos de Machado: "gentes que danzan o juegan / cuando pueden, y laboran / sus cuatro palmos de tierra./ Nunca, si llegan a un sitio, / preguntan a dónde llegan. / Cuando caminan, cabalgan a lomos de mula vieja, / y no conocen la prisa / ni aun en los días de fiesta./ Donde hay vino, beben vino; donde no hay vino, agua fresca. Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y en un día como tantos, descansan bajo la tierra”.Según Antonio Salvago “hombres inmutables, sin gritar a la historia”.

El cerro de los fenicios

"Llegan los fenicios y descargan su mercancía: la extienden sobre la arena, encienden fuego y regresan a sus navíos. Cuando los nativos ven el humo acuden a la orilla del mar tomando lo que quieren, y dejando oro a cambio.(...). Si los fenicios están de acuerdo recogen y se van.(...) Todo hecho con la mayor honradez". Cuenta Herodoto. No es dificil imaginar esta escena en las riberas del lago Ligustino, cuando la costa estaba muy cerca del fértil cerro de Montemolín, parte de una Tartesos rica en oro y plata.

Desde este cerro, se observan inmensas extensiones de girasol, olivo y trigo, regada por la serpeante culebra del Corbones y coronadas por un cielo de plata. Montemolín es una metáfora de Marchena. Aparentemente se trata de una pequeña elevación en medio de un llano sin principio ni fin, como cualquiera otra, sin más ni menos. Vico y Montemolín, son apenas dos leves senos de la madre tierra fecunda, acariciados por el río Corbones, y origen de todo cuanto surgió en estas latitudes, diosa madre, trasunto de todas las divinidades femeninas.

Sin embargo, y como ocurre muy frecuentemente con las cosas de esta tierra, cuando se acerca uno al origen de la cuestión, acaba descubriendo una riqueza de matices y de verdades ocultas que acaban transformando la visión que se tenía previamente. De esta forma, nuestra vieja tierra siempre acaba por espolearnos la curiosidad por saber.

Con un golpe de azadón se produjo el reencuentro entre el hombre moderno y los dioses antiguos. Aquel anónimo cerro de trigo, pasó a ser el cerro de los fenicios y cartagineses. Uno de los 209 enclaves arqueológicos del municipio, que siguen siendo destruidos lenta pero inexorablemente.

Montemolín y Vico son cualquier cosa menos pequeñas elevaciones insignificantes,
Son dos lugares clave para la historia y el mito, con hallazgos novedosos que confirmaron las influencias culturales entre fenicios y tartesios. Todo ello a pesar de las trabas encontradas por el equipo científico de la Universidad de Sevilla, que continúa publicando y difundiendo los resultados en congresos y revistas especializadas. Este desconocido yacimiento contiene un complejo militar y funerario fenicio-cartaginés, estructuras hidráulicas, y urbanas, una zona sagrada, joyas de oro y plata, aras y sobre todo centenares de monedas. Además, amuletos, anillos, broches de cinturón, arracadas o grandes pendientes femeninos.

Los restos hallados -"una mínima parte de lo que hay" según María Luisa de la Bandera coordinadora del grupo científico- nos hablan de un gran complejo sacrificial y de abastecimiento de carne (se han encontrado 60 kilos de huesos) . Los animales eran criados en libertad y cada invierno, toros, cerdos, cabras y ovejas se sometían a la matanza ritual en uno de los edificios encontrados, con zonas delimitadas para preparar las ofrendas, altar -piedra sagrada o betilo- para sacrificar las víctimas y lugares para preparar la carne.

La carne sacrificada era guardada en salazón -también era muy importante la industria de la sal, aun hoy se hayan areas de agua muy salada en la zona- en recipientes cerámicos, algunos, como los "pithoi", usados en las grandes ceremonias de sacrificio, decorados con esfinges, grifos, toros y leones. Su decoración sigue tendencias de talleres de Chipre, que transmitieron el repertorio decorativo cerámico cananeo y fenicio a los centros coloniales de Occidente a partir del siglo VIII a.c.

"Mlk" era el término fenicio y hebro para el sacrificio, pero también para designar a la persona que los llevaba a cabo, un personaje poderoso, una autoridad civil con poderes sacerdotales. Los animales sacrificados, vinieron a sustituir los sacrificos humanos. Los expertos dicen que los hubo, aunque no fueran muy habituales. Las estelas púnicas con palmeras y caballos aquí hallados- aluden al Tofet, lugar sagrado para el sacrificio humano.

No ha sido hallada aquí ninguna necrópolis ni resto de enterramiento, aunque sí en otros lugares del municipio, como la tumba-hipogeo con pozo y posterior túnel, hallada por Coullaut Valera. Para hallarla habría que continuar excavando. Los "refaim" o difuntos púnicos eran llamados a su última morada por Mot, señor de las sombras. Sus ojos y uñas, cubiretos con finas hojas de oro o plata, y a veces, su rostro era pintado de rojo. Se le rodeaba de sus amuletos y objetos cotidianos, además de huevos de avestruz finamente decorados, como simbolo de resurrección. Tras el banquete funerario se rompían los platos sobre la tumba y finalmente se cerraba la losa o piedra del hipogeo. Así han sido hallados en la mayor necrópolis fenicia hallada, Puig des Molins, (Ibiza), donde arraigó especialmente el culto a la diosa Tanit.

A Montemolín, llegarían los hijos de Tanit, gracias a su proteción, en torno al siglo VII a.c., prodecentes de Siria, Chipre o Fenicia, pues el origen era muy variado. A los fenicios nos debemos el torno alferero, el asno, el podenco, el alfabeto, y por supuesto, sus dioses.

Tanit-Astarté, diosa madre de la fertilidad. “producto de una comunidad sedentaria y matrilineal” (1).Tnt, en los alfabetos semíticios, avocales. “Tnt p,n B,l” “Tanit pene baal”, o “la que llora en el rostro de Baal”. Su signo protector, hayado en piedras talladas de distintos enclaves es un triángulo como base, en medio una barra horizontal cuyas extremidades se elevan perpendicularmente, rematado con un circulo, un esquema primitivo de dama oferente, que básicamente se corresponde con todas las representaciones de diosas actuales y antiguas. “María, Reina de los Mártires, se convirtió en la única heredera de todos los nombres y formas” de las antiguas diosas.(2).

“Los fenicios gustaban de consagrar islas y promontorios a sus divinidades”.(3). Rios, arroyos y manantiales estuvieron siempre asociados a sus santuarios. Tanit era diosa del rocío, la lluvia y el agua. Sus templos se espacieron por toda la ruta comercial fenicia desde Tiro a Gadir en cabos, penínsulas, islas o lagos, para que la señora de las aguas protegiese a sus navíos.

En el siglo VI se despuebla el cerro de Montemolín, donde queda la acrópolis o zona simbólica, como vestigio de origen y pasado, mientras surge una nueva ciudad cartaginesa a sus pies, en el cerro de Vico, un punto y seguido en la historia púnica.

El momento crucial en la historia de Vico-Montemolín habría de llegar en el siglo III a.c. Convirtiéndose en escenario de la segunda guerra púnica, cuando se erigió un campamento cartaginés, como en otros enclaves estratégicos. Los cartagineses pronto se hicieron con el control de las antiguas minas y posteriormente fundaron Cartago-Nova, poniendo en marcha la maquinaria económico-bélica. Reclutaron hombres y comenzaron a emitir moneda para preprar su guerra contra Roma.

Montemolín es uno de los puntos más antiguos en emitir moneda. “Este yacimiento es quiza el que concentra mayor número de piezas circulantes durante la estancia de los Barca en Iberia”, opina la investigadora María Luisa de la Bandera, (4) que considera “muy probable” que el yacimiento tuviese su propia ceca. Grandes cantidades de shekels prodecentes de Cartago, Cádiz, Roma o Ibiza han sido halladas en el yacimiento marchenero, lo que explica el papel decisivo que tuvo en el desarrollo de la guerra. “Incluso se ha llegado a proponer Montemolín como el centro de operaciones de las tropas cartaginesas más importante de andalucía occidental”, dice De la Bandera. Shekels con representaciones de Melkart y Tanit, elefantes, caballos y palmeras inundan hoy museos y colecciones privadas de toda Europa, procedentes de Montemolín.

Sin duda alguna, desde el cerro de Montemolín, se puede uno asomar a nuestros mitos, dioses y costumbres más antiguos, pues allí están hundidas las raíces de este valle.

1.-Marija Gimbutas: “Diosas y dioses de la vieja Europa”.2.- Joseph Campbell. 3.-Tucídides.4.-"Montemolín: Una página de la historia de Marchena".




El sillón de terciopelo


En las naves el ala superior del templo de Santa Isabel aún puede verse un mullido y antiguo sillón que es todo un símbolo. Vamos a averiguar porqué.

El día de la Encarnación de 1763 el Duque de Arcos llegó a la iglesia de Santa Isabel -o de la Compañía de Jesús- en carroza de caballos vestido de gala y acompañado de sus dos criados mayores. El rector de los jesuitas le espera en la puerta de la calle Compañía, le recibe con grandes reverencias y le lleva hasta la capilla mayor donde se ha dispuesto silla de terciopelo, alfombra y almohada. Una vez termianda la función, el rector le ofrece al Duque que vaya a refrescarse al patio y allí permanecen disertando "en conversación tan familiar con todos los padres que parecía que se había criado con todos". En el transcurso de esa conversación, D. Francisco anuncia que el Rey lo reclamaba en Madrid. Esa sería la última vez que pisaba Marchena.

Con esta escena terminaron varios siglos de intensa relación entre Marchena y su Duque, cuando el pueblo se convirtió en una pequeña corte de una destacada casa nobiliaria. Para los Jesuitas, fue un auténtico cataclismo, pues desde siempre habían sido los más favorecidos.

San Ignacio de Loyola, pedía a sus seguidores “que se esuche a los menos importantes, pero que les hablen poco y los despidan pronto, mientras que a los grandes se les investigue su carácter para aparecer ante ellos simulando ser afines a su forma de ser”. En Marchena los jesuitas regentan más importante centro de educación del Estado de Arcos, que comprendía varias provincias andaluzas. El Duque no daba un paso sin la opinión de los miembros de la Compañía.
La amistad de conveniencia entre éstos frailes y los poderosos fue muy sonada. En 1610 con motivo de la beatificación del fundador jesuita San Ignacio de Loyola destacó el impresionante despliegue de arquitectura efímera. Sobre la fachada de la iglesia se sobrepone una portada falsa con columnas, pirámides, esferas. El interior se cuelga enteramente de tercielos, brocados, sedas. La imagen de San Ignacio es cubierta de joyas.

Pero esto no es nada comparado con el gran despligue de 1622 cuando se Canoniza a San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola. En esa ocasión el Palacio ducal entero es cubierto de arquitecturas fingidas con estatuas, arcos, columnas, fuentes y todo tipo de adornos con motivos de los nuevos santos. Igual pasa con la iglesia que por dentro es cubierta entera de pinturas y telas y fuegos artificiales sobre la iglesia de Santa Isabel. Por las calles, desfiles y mascaradas, representando al Quijote y todos sus personajes. Fueron las mayores fiestas que Marchena recuerda.

Con la marcha de los duques, llegó la época de las sombras para la otrora poderosa Compañía. El Ayuntamiento se enfrenta con los frailes, sus pleitos y conflictos son solucionados siempre a favor de los frailes por orden directa del Duque. Los jesuitas entienden que deberán mejorar sus relaciones con los notables del Ayuntamiento. Sin embargo tendría que ocurrir un hecho muy grave para que todos vieran ésta necesidad.

Los Jesuitas ejrecían la función de asitencia a los presos y en algunos casos, la liberación de los mismos, que con la nueva situación, en ausencia de los Duques, se disputaban todas las órdenes religiosas.

Las órdenes instrumentalizaron a las hermandades de penitencia. La Vera Cruz fue creada por los franciscanos y el Cristo de San Pedro por los dominicos. El Dulce Nombre llevaba el escudo jesuita y en 1721 sacaron a su imagen en rogativas por sequía.

La tensión se palpaba entre unas órdenes y otras. En esta situación surgieron los disturbios del Jueves Santo de 1756, cuando pasaba por delante de la cárcel la hermandad del Dulce Nombre. El Asistente del Ayuntamiento dió orden a los soldados de la cárcel de que disparasen si algún penitente del Dulce Nombre, en su regreso de la estación de penitencia a San Juan y al pasar por la puerta de la cárcel intentaba liberar algún preso.

Los soldados, de quienes los jesuitas dicen que estaban bebidos dispararon contra la multitud, despejan la calle a cuchilladas y hubo muchos muertos y heridos. La estatuta del “Niño Jesús” dice el relato, que va en la procesión recibió varios balazos y al final rodó por los suelos. Hubo toque de alarma y los soldados se encerraron en la fortaleza del castillo de la Mota. Los miembros del Ayuntamiento se refugiaron en iglesias y conventos temiendo la ira popular. El Colegio Jesuíta cerró sus puertas y solo dejó entrar
a uno de los alcaldes, que aconsejado por el rector, solucionó todo de forma que a la caída de la noche se había hecho la paz.

Se abrió un juicio en que el Rey, mal informado, acusa al pueblo de los sucesos. Los Jesuitas, exculpan al pueblo y a las autoridades municipales e inculpan a las tropas del Duque, hasta hace muy poco, su adorado patrón y benefactor. Los jesuitas apoyaron al Ayuntamiento para ganarse su amistad. Los jesuitas fueron expulsados de Marchena el 19 de abril de 1767 para nunca volver.

Estos hechos seaparecieron relatados en un pergamino pegado en el interior de una imagen dentro de la iglesia de Santa Isabel y analizados por el historiador Julián Jose Lozano. En la tribuna, justo frente al altar lateral aún permanece el mullido sillón encarnado donde se sentaba el duque, como mudo testigo de los pasados tiempos de esplendor.

La sonrisa de la Diosa

De toda quella grandeza pasada de Santa Isabel, aun quedan cosas. Queda el patio y la iglesia. Soleado patio lleno de macetas, como un recipiente de la luz solar. Romano y árabe como el azahar, alegre y lleno de jolgorio y ruido, como el sol de un domingo a mediodía.
Un patio que abre los impulsos del corazón. Agora, foro íntimo. Ecos de lejanas conversaciones bajo las estrellas del verano. La luz besa los intercolumnios y dibuja con timidez los gastados ladrillos. Ordenado, pero estallando en oleadas de aroma y color.
Por entre las ramas de los naranjos se deslizan las telas de araña materialización de la detención del tiempo. Cuando entramos, tenemos la certeza de que no hay tiempo en aquel patio. No pasa. Los relojes, se paran. Los movimientos se ralentizan, los ruidos de la calle llegan como un lejano susurro. El reloj de sol se muestra inabarcable y certero en su medida del giro terráqueo.

Inalterable, el patio te habla en su propio lenguaje, si se está dispuesto a escuchar. A escuchar, la verdad. Pero el hombre siempre siente miedo al silencio, por si un día descubre que su cuerpo no emite ningún ruido, ni sus huesos crujen. Es por eso que el hombre no se suele parar en patios como éste a oir el paso del tiempo por entre las macetas. Si el hombre escuchar se daría cuenta que el patio ha metido dentro de tí, que ya tu también eres tiempo que no pasa, y sol que acaricia con labios de amante adolescente las piedras y agua que murmura historias del pasado. Porque ya todo eso está ahí, dentro de ti. Para siempre.

El peso de la historia descansa sobre los arcos pétreos de la iglesia, concluída en 1588 ideada por Martín de Gianza, maestro mayor de obras de la Catedral de Sevilla. La Inmaculada del altar mayor, que fue traída en procesión desde el Palacio, donada por la Duquesas Maria de Toledo, parece que nos sonríe enigmática quizá ocultando algún secreto del tiempo. Como por ejemplo su relación con el signo de Tanit, la diosa del cerro de los fenicios.
El altar mayor es pura armonía entre pintura y talla, entre tiempo y espacio, entre pasado y futuro. Relacionado con el de la catedral cordobesa- y diseñado por el jesuita Alonso Matías, es un prodigio de equilibrio que muestra los símbolos de la orden (IHS) en el lienzo central, de Roelas, que con la expulsión fueron borrados y tras ser restaurados vuelven a lucir. En el cuerpo inferior aparecen cuadros de Alonso Vazquez. Bajo el altar está enterrada la fundadora Doña María de Toledo, Duquesa de Feria. Sorprende la serenidad de la pintura del Ecce Homo de Juan de Juanes (1550) o la maravilla de la Inmaculada de Alonso Cano (1660).

Solos ante campos dormidos

La vida del municipio se vió sorprendida por la visita del rey Felipe V en 1730 que vino a cazar a la dehesa de Montepalacio. Seguía una tradición mantenida durante siglos por los Duques, que tenían a este palacete en medio de bosques de pinos y encinas como su pabellón de caza. Se trata de la finca y dehesa de Montepalacio y su vecina Montechacón, vestigio de los antiguos bosques. Está junto a Las Arenas, donde muchos se refugiaron en las épocas de carestía, como la posguerra, gracias a su fertilidad, mientras en el pueblo pasaban hambre. "Ese milagro de arena que brota en frutos y flores" según Antonio Salvago.
De no ser por los conservacionistas del Taller Verde, no tendría la “Cañada Real de Morón” árboles que nos dieran sombra. Caminos y cañadas son vías pecuarias, antiguos caminos ganaderos en desuso hoy ocupados en parte por la agricultura. Hoy su conexión con riberas, arroyos y otros elementos naturales son muy útiles para el refugio y alimento de especies importantes. Deslindar es recuperar y hacer valer su dominio público a través de planos antiguos, fotografías aéreas y técnicas GPS.
"El pino es el mar y el cielo y la montaña: el planeta”, machadiano saludo a los restos de antiguos bosques de pinares que se ven en la zona con la sierra de Grazalema al fondo. Más cerca, a la izquierda se observa el cerro del orégano, con su reconocible torre de telecomunicaciones, junto a la cual se ubica la zona del antiguo eremitorio de Santolalla y abundan pequeños bosques.
Desafiando al tiempo, el cortijo de Vistalegre, -que parece hecho para el turismo rural- trae su viejo rumor de molienda y voz de aceite solo interrumpida por los bandoleros. "Pernales" (Francisco Ríos, Estepa 1880-1907) dejó su marca de leyenda bandolera en forma de disparo en la anitgua veleta del cortijo. Los bandoleros estepeños encontraron facilidad en actuar entre estos llanos.
No es difícil desde aquí observar, si es la fecha apropiada, el vuelo del cernícalo, pequeño halcón asociado desde el tiempo de los árabes con la cetrería. También puede verse la abubilla, con su llamativa cresta rosada, que se levanta o baja cuando está alerta. Tampoco pasa desapercibido el brillante colorido del abejaruco, el más llamativo de todos, de pico largo y delgado, y alas parecidas a las de las golondrinas.
Giramos a la derecha y a 300 metros nos encontramos el descansadero de Los Pozuelos, una antigua zona de parada del ganado transhumante que conserva mucha vegetación gracias a las replantaciones. Pequeño bosque de olmos, y álamos blancos cuyas hojas tiemblan por el viento. "Entre los álamos de oro/ lejos, la sombra del amor te aguarda”.
Retomamos la Cañada Real de Morón entre chumberas. Terminadas estas, debemos tomar a la derecha, abandonando el camino principal, para seguir paralelo al vallado de la finca Montechacón. Poco después, la senda alcanza una de las zonas más bellas formando una galería boscosa: el "Pasillo Verde", formado por vegetación autóctona de bosque mediterráneo: alcornoques, encinas, lentiscos, mirtos, coscojas. El Mirto o Arrayán nos regala su aceite aceite aromático, mientras que el espino majuelo, tiene propiedades relajantes. El lentisco es una especie protegida.
De repente, una gran franja gris cruza las campiñas arenosas verdes y rubias. La A-92 divide en dos la antigua dehesa. La cruzaremos por un túnel y ya entramos de lleno en el bosque, territorio sagrado según antiguas creencias que adoraban a la naturaleza. La dehesa, reino de la encina . "Siempre firme, siempre igual / impasible, casta y buena, ¡oh tú, robusta y serena / eterna encina rural”. (...) “El campo mismo se hizo/ árbol en ti, parda encina./ Ya bajo el sol que calcina,/ ya contra el hielo invernizo”.
Campos como éste cubrían no hace mucho grandes extensiones, cuando la agricultura no era aún opuesta a la tierra. Este equilibrio intenta de nuevo ser recuperado por la agricultura ecológica, intentando ser menos agresiva con la tierra y con el hombre. En Montepalacio tenemos ante nosotros el pulmón verde del llano cerealista.
Hay que rodear el alcornocal de Montechacón, que se sitúa siempre a la derecha de nuestra marcha, hasta llegar a la carretera Marchena-Morón, cruzarla de frente para entrar en la finca La Mocheta, por un camino público. En adelante se extienden casi tres kilómetros de uno de los últimos bosques naturales existente en la campiña andaluza. Estamos ya en el corazón de Montepalacio. En el corazón del bosque, donde según las antiguas creencias habitaban los dioses de la tierra y los animales abundan, alegres y tranquilos. Entre la fronda de la vegetación asoma la torre del antiguo palacete de Montemolín.
El astuto y rápido zorro pasa como una sombra en busca de ratones, topillos y conejos. Bajo las encinas, los tejones con su pelaje de rallas negras y blancas, excavan sus galerías nocturnas buscando el calor de la tierra. La belleza felina parda y moteada de la gineta se deja ver bajo la luz de la luna, tras sus presas.
Es un camino duro, por la arena. Buen momento para ir a pie y atisbar el cielo en búsqueda del ratonero o pajarillos como el papamoscas, el carbonero o la curruca, entre otros. Tras un kilómetro iniciamos un descenso para cruzar el arroyo del Gavilán, casi siempre sin agua y ascendemos para nuevamente penetrar en el bosque de alcornoques: Liebres, perdices y conejos huyen a nuestro paso.
Salimos de la dehesa y cruzamos de nuevo la autovía por otro túnel, iniciando el camino de vuelta, tomando el camino de servicio hacia la derecha y buscando el camino de Carpia. Al principio atravesamos pequeñas alamedas de olmos y, tras dejar los últimos olivares entramos en un terreno muy abierto: es la vega de Carpía. Marchena se va divisando en el horizonte.
El atardecer tiñe de rojo las tierras. Y frente a la maldición de la machadiana tierra de alvargonzález, en donde “La codicia de los campos ve tras la muerte la herencia”, se antepone aquí la placidez del cantautor Manolo García: “El olvido sesteando a la brisa de un pino. Suave, suave desciende la colina. Solos, ante campos dormidos. Suavemente la tarde se adormece”. La sencilla belleza de los campos se hace eterna junto a las murallas.

La primera crónica

Las crónicas de la antigua prensa, no se olvidaron de relatar los pormenores de la vida cotidiana en Marchena. Nunca faltaron personas que sintiesen la pasión de ser testigos privilegiados de su tiempo, ni gentes dispuestas a entorpecer este trabajo, que va camino
de cumplir 140 años en el municipio (La Aurora de Marchena 1867, primera publicación).

Las primeras crónicas nos hablaban de los soldados que volvían de la guerra de Cuba en 1898, pero también de nuestra feria, (fundada en 1800). Cronistas que contaban el traqueteo del tren bajo el asfixiante calor septembrino. No pasaron por alto la animación de la feriascon 4500 cabezas de ganado que se vendían en el "cerro parrita", -o del berral- aprovechando el agua del "baño de los caballos" por donde brotaban las aguas subterráneas. Muchos tratantes de ganado eran gitanos y las ventas se sellaban con un apretón de manos y un chato de aguardiente.

Junto al taller de carros y por toda la ladera que bajaba de las murallas se vendía ganado. Podía comprarse una vaca ppor 1200 y los cerdos a 66 reales la arroba. Coches de caballos y mujeres luciendo mantillas de madroños, casinos, cafés y teatros también llenos. En los barracones y tenderetes se vendían juguetes, dulces y figuras de cera. Los casinos liberal y conservador servían bebidas y comida.

Frente a la fonda del Nene, donde se hospedan los toreros, hay gente que los espera para verlos salir. Nada menos que una corrida de Miura para los matadores Bombita y Parrado. Los toros, salieron bravos como se esperaban y mataron a cinco caballos, en la antigua plaza de la explanada de Santa María.

Pero la prensa no sólo daba noticias festivas, sino que también de hizo eco de novedades mucho más inquietantes, -que las hubo-. En la madrugada del 10 de agosto de 1933, los pocos automóviles que había se reúnen presurosamente en los llanos el Galapagar, junto a la estación de Renfe. Todo forman dos líneas paralelas, dejando en el centro un espacio bastante amplio, iluminado por los faros. Allí aterrizó un aeroplano del que descendió el diputado marchenero Mariano Moreno Mateo, para analizar la delicada situación social en el municipio tras el golpe de estado del general Sanjurjo contra la república, que tuvo su nucleo más activo en la ciudad de Sevilla.

En medio del silencio de la noche sonaron las campanas de San Juan que advertían de un conato de fuego en las puertas del templo que afortunadamente pudo ser extinguido a tiempo. No tuvo la misma suerte la capilla de los Desamparados que ardió en 1932, mientras centenares de personas intentaba sofocar el fuego con subos de agua.

Los ánimos estaban soliviantos. Estaban cortadas las comunicaciones telefónicas y ferroviarias y los bares y lugares de reunión habían sido cerrados. Al día siguiente hubo manifestaciones antigolpistas por las calles, una de ellas entró cantando la internacional e interrumpiendo una misa en San Sebastián. Pocos días después, una vez fracasado el golpe se detuvo a la cúpula de un partido acusado de simpatizar con la intentona gopista.

Eran los años del surrealista impuesto que se estableció por hacer sonar las campanas porque los repiques "interrumpen y dificultan los trabajos de inteligencia en oficinas y escuelas, perjudicando a los enfermos" decía la autoridad. Un vecino opinaba en la prensa local que era cruel que deba estar recordándose a los humanos constantemente su hora final. "A fé mía que cuando doblan sentimos a nuestro alrededor el frío de la huesa y eso no está bien".

Opiniones para todos los gustos había en los periódicos locales. "Con oficios de varón como trajinar en elecciones se endurece mucho el perfil moral de la mujer" opinaba otro ciuadadano que apostillaba en 1933 "acaso no haya nada mas femenino que el feminismo" o "la función primordial de la mujer no está en la calle, es opinión antiquísima".

No solo bromas y buenas intenciones escondían las palabras. Un escalofrío nos recorre el cuerpo cuando leemos que el reportero se dirigía a un concejal determinado diciendo simbólicamente, "lo ha matado su propia minoría", o "están fracasados, son política y administrativamente cadáveres". La muerte del citado concejal, tres años después no tenía nada de simbólica.

Mucho mas reveladores y mágicos son los pequeños hechos cotidianos que nos dejó la prensa antigua. Por ejemplo, la sorpresa mayúscula de los familiares y amigos de un difunto que al llegar al cementerio vieron cómo los sepultureros estaban borrachos, viéndose obligados a dar ellos mismos sepultura a su familiar. O el espectáculo de ver a "dos guardias municipales completamente embriagados acompañados de chicas de vida alegre en auto de alquiler".

¿Tendrían estas escenas algo que ver con el carnaval?. Antonio Rueda recuerda con alegría aquel Carnaval de hace un siglo, en el que la murga de las "viejas ricas" dieron que hablar. "Componen el repertorio, de estos coros populares, sucesos hechos cantares, bien tristes o irrisorios. Todo lo que fue notorio, en sus canciones critican, así por ello se explica, sea un freno en el vivir, pues nadie quiere salir, en coplas de viejas ricas". "Hemos presenciado por las calles con hondo dolor a innumerables mamarrachos que lucían con asquerosa ostentación, la borrachera, excusa para proferir aullidos opuestos a la educación y buenas costumbres". No es de extrañar que desde que el editor de El Eco publicase ésto, el carnaval en nuestro pueblo no levantase cabeza.

Teatros y cines siempre hubo, llamándose Campoamor, a principios de siglo o Planelles hasta hace muy poco. En ellos ya se hablaba de la posible llegada de turistas. "Mi visita a Marchena es para ver cuadros de surbarán, murallas romanas y comer tortas de manteca" decía en 1956 -dos años después de la última nevada- el protagonista de "Un americano en Marchena", obra de teatro de Andrés Rueda.

Tampoco faltaban las coplas dedicadas a los bares. "El mostrador de Cañete a cualquiera compromete. Señor buen vaso de vino tomé, en casas de Cañete. Ahora que si no me enpino, creo que no le doy el sorvete. Yo creo que el armazón, obra ha sido de Narbona, el cual tenía loa gran mona, el día que lo acabó".

No menos interesante parece el relato de la llegada a un bar del primer gramófono. La novedad iba de boca en boca por el pueblo. "Más de cien personas escuchaban en apretado círculo". Cuenta el reportero que un vecino conocido por su afición al vino y en estado de embriaguez dijo a un amigo: "Ten cuidado, no hables que este bicho te coje la voz y sirves tú de guaseo por todas partes". Otro que presumía de cantaor flamenco, y después de oir varias malagueñas en el aparato, lo examinó, dió dos o tres vueltas alrededor, comprobó que no tenía contacto con nadie y requerido a que diese su opinión dijo: "Propuesto por el hombre, pero mágico". Poco después llegaría la radio a sustituir a los que por la calle lo pregonaban todo.
-¡¡¡Cal de Morón!!!.Por la cual celebra este pueblo cada primavera su "fiesta de la cal santificadora y exculpante", según Luis Camacho.
-¡¡¡Jardre!!!. Hojaldre de Marchena, tesoro mantecoso y laminado.
-¡¡¡Molletéeee!!!. Otras de las grandes aportaciones marcheneras a la gastronomía universal.
-Jigooooooooooo. Dos jigos, una gorda doooooo. Deliciosos higos chumbos.
El de los quesos, el latero, el botijero, el paraguero, el trapero, el de la miel, el heladero, el sillero, el afilador, el de las piñas. Todo se pregonaba, incluída la programación de ese día en el cine, a golpe de trompetilla. Incluso había quien pregonaba su poesía, vendiendo jazmines.

El último bosque de ribera
El río es una corriente de tolerancia y belleza, un misterio, una metáfora, un organismo vivo que se perfecciona con el tiempo, crea paisajes como obras de arte. Alimento y espiritual, vamos al rio para aprender sobre nosotros mismos. El río lleva vida a todas las cosas vivas. Y nosotros... ¿qué hacemos con él?. Tirar basura.
“El río va corriendo/ entre sombrías huertas/ y grises olivares”. El Corbones es nuestro mayor monumento natural, corredor para la fauna, colchón que amortigua procesos erosivos y contaminantes. Es posible conocer su historia e importancia ecológica visitando la Casa del Río, en la calle Carreras.
El río fue motor económico, movía siete molinos harineros; y su industria relacionada: la del transporte y la del cambio como el llamado “Mesón del peso de la harina”, situado en la actual calle Harinas. La pesca del río posibilitó la apertura de al menos trece pescaderías, en las que se vendía pescado de río, cuando era mucho más rentable que traerlo de la costa.
Nuestro río, como la mayoría de los ríos de nuestro entorno sufren contaminación. Sin embargo aún estan desempeñando un importante papel. No se puede decir lo mismo de las lagunas. Las campiñas sevillanas hasta hgace unas décadas fueron una de las mayores concentraciones de lagunas españolas que fueron desecadas para uso agrícola. En nuestro suelo, una de las mayores era la laguna de Sevilla. Formaban conjuntamente con el río, un conjunto de humedales, muy propicio para la vida de las aves.

Ahora un proyecto financiado por la Union Europea pretende evitar el deterioro del último bosque de galería. Contempla algunas medidas como la reforestación y creación de zonas de ocio en la intersección de las carreteras Marchena-Lantejuela y Marchena-Fuentes. La zona de La Zarzuela es una de las mejor conservadas en suelo marchenero y en La Puebla de Cazalla, es la "junta de los ríos". Allí ha sorprendido a los científicos la presencia de restos de la nutria, un animal muy sensible a la contaminación, auténtico indicador biológico sobre el estado de consrevación de la naturaleza. Junto a la nutria también se estudia con interés el pez calandino, una especie propia de nuestros ríos, que está muy amenazada. En el rancho Metro, se conserva un antiguo molino del río, un puente romano y un antiguo deósito de agua, también romano.

El bosques de ribera cumple su función biológica al eliminar los nitratos disueltos en las escorrentías subterráneas. Además posibilita el movimiento de las especies y la conexión entre diferentes hábitats. En la cadena trófica de un río tiene especial importancia la materia vegetal sintetizada en las riberas y llanuras de inundación.

Dentro del agua, existe vegetación sumergida, cerca de la orilla pero con parte de su estructura aérea fuera del agua: son los helofitos: carrizo, espadañas, cañas, etc. A consecuencia de la salinidad de las aguas, aparecen los tarajes, que toleran periodos de sequía o falta de humedad. También aparecen bosques de sauces por la flexibilidad de sus tallos para resistir el empuje de la corriente. Ya en tierra firme se desarrollan bosques de olmos y fresnos.

El rosal silvestre, o escaramujo es una de las plantas más bellas de la ribera del Corbones, son arbustos trepadores que pueden alcanzar hasta cuatro metros. La flor tiene pétalos blancos o rosados, y su fruto es rojo y carnoso. Florece de mayo a julio y los frutos maduran al final del verano o a principio de otoño. El principal aprovechamiento es el fruto, especialmente por su riqueza en vitaminas: caroteno, y sobre todo C.
El taraje es un arbusto de entre dos y diez metros, de parda corteza agrieteada, cuya madera es apreciada para leña. Pueden fijar dunas o sujetar márgenes de ríos, o aterrazamientos de torrentes. Resiste bien la sal, por lo que es especialmente indicado para marismas y saladares.
Del álamo blanco decía Machado "los chopos son la ribera, liras de la primavera, cerca del agua que fluye, pasa y huye, viva o lenta”. llega a tener hasta 30 metros de alto, copa gris blanca y hojas con el envés blanco puro que luego se tornan verde por el haz. Resiste bien la sequía siempre que el subsuelo esté húmedo., es decir que necesiten tener agua cerca. Agua como un espejo. "¡Chopo viejo!. Has caído en el espejo del remanso dormido”. Oración de Lorca y agua.
La hiedra forma grandes alfombras sobre el suelo y trepa sobre otro árboles, con ojas perennes. Florece entre septiembre y noviembre, con pequeñas flores verdes, busca la humedad y tener cerca árboles o rocas para trepar. Tiene hojas y frutos irritantes. La zarzaparrilla, tambien trepadora e irritante.

También está presente el perioflio, con sus grandes hojas verdes en forma cónica y sus rojas semillas mortales para el ser humano. O la vinca, una planta trepadora, que se enreda en los troncos de los tarajes. También pueden verse setas y champiñones que crecen junto a troncos de árboles en descomposición o en zonas muy húmedas.

La flora y la fauna asociada al río, continúa hoy por hoy, sin estar exenta de los peligros de la contaminación y la falta de conciención. Lejos de estar garantizada la estabilidad de su ecosistema, diarimente se dirime en sus riberas la dura pugna sobre el futuro. El eterno antagonismo entre los partidarios de la conservación de nuestros recursos, y quienes, desconociendo las graves consecuencias de sus acciones para las generaciones venideras, o conociéndolas provocan daños a nuestro patrimonio común.




Piedra para la eternidad

Si hay un edificio que llame poderosamente la atención llegando a Marchena es San Agustín. Todo en este edificio hace que nos preguntemos, qué hace ahí, quién lo levantó. Después de cuatro siglos sigue cumpliendo su función. Piedra al servicio del poder y la gloria eterna, con vocación de pirámide egipcia. Eso es San Agustín. Incluso en nuestro siglo, los poderes dominantes lo usaron para colocar en su cima, nuevos elementos simbólicos del poder. “Cristal, horizonte, Dios, entre tus torres gemelas”, anunció Salvago.

Su interior sorprende casi tanto como su tamaño. Cuando los ojos se acaban de acostumbrar a las sombras descubrimos el monumento funerario de Manuel Ponce de Leon, que responde a todas nuestras incógnitas.

Don Manuel era apenas un niño cuando la ciudad de Nápoles se levantó contra su padre Don Rodrigo (Virrey desde 1646 a 1648). Don Juan José de Austria, hijo de Felipe IV. destituyó al Duque de arcos y nombró nuevo virrey al conde de Oñate. Así acabó la aventura europea de los Ponce de León.

De vuelta a su tierra natal le esperaba una formación austera como canónigo de la catedral de Sevilla. Sin embargo su destino fue finalmente heredar el Ducado, tras la muerte del hermano mayor. No estaba preparado para ello, pero ya habían planeado para él una boda de altura. Se casó en 1666 con la portuguesa Guadalupe de Láncaster Duquesa lusa de Aveiro (Azeitao, 1630 + 1715), escritora, pintora, mecenas de artistas y cientificos.

Pero Manuel había sido educado para ser un clérigo y el matrimonio fracasó. Aun así tuvieron un hijo, que no logró detener el enfrentamiento de sus padres. Manuel se reafirmó levantando una iglesia que resumiese la grandeza de su familia y linaje. Destinó fondos de otras importantes empresas al nuevo templo que tardó tres siglos en construirse.

Primero se erigió el claustro, uno de los más hermosos de la campiña, siendo esta zona la más antigua. Aunque si hablamos de antiguedad hay que citar la bella escultura de Virgen con Niño de Roque Balduque, la talla más antigua.

Se contrató a los más destacados artistas castellanos, tendiendo en mente un proyecto similar al de El Escorial. El cantero Bartolomé Zúmbigo maestro mayor de obras de la Catedral de Toledo, - también trabajó en El Escorial visitó las obras en 1680 y dibujó las trazas de la iglesia. Decidió combinar materiales como el ladrillo, típico de la tradición local, con la cantería de las sierras de Estepa y Morón en los motivos ornamentales. Toda la fachada está impregnada de un elegante barroco austero y de exquisito gusto.

Su alumno Alonso Moreno (Parroquia del Sagrario de Sevilla, fachada del Palacio Arzobispal) se encargó del proyecto a partir de 1682. Cuatro años después la fachada se había levantado en gran parte.

En 1692 llegó de Madrid plomo y una serie de complementos metálicos, 740 arrobas de peso. Los fundieron maestros de Marchena, Sevilla y Triana y se destinó a las techumbres, que seguirían el estilo de la corte madrileña cubiertas con pizarra y plomo, planes que finalmente fueron cambiados.

Ese mismo año pide al arquitecto que tome medidas del hueco del altar mayor para encargar al napolitano Luca Giordano un lienzo de gran tamaño para el altar.

Sin embargo, Don Manuel no viviría para ver concluída su obra, pues murió al año siguiente a falta de rematar el cuerpo de campanas, esculturas en las hornacinas de la fachada y los remates de las torres y gran parte del interior. Su viuda, Guadalupe desvió los fondos para la construcción de San Agustín a otros proyectos, incumpliendo el testamento de su marido. Encargó al arquitecto Alonso Moreno que trabajo en la reforma de las casas consistoriales y la Plaza Arriba.

La iglesia sería finalmente bendecida a mediados del siglo XVIII. Guadalupe, sin también había previsto su lugar de enterramiento y eligió un lugar muy destacado de su familia, el monasterio extremeño de Guadalupe. Pero entre tanta obra de arte llama podersomante la atención un gran lienzo de Luca Giordano. Detrás del ábside del convento de Guadalupe está la capilla llamada de los Siete Altares, frente a su entrada se encuentra el sarcófago de doña María Guadalupe Lancaster.

Los tres enigmas

El enigma de Ribera

En la zona del coro de San Agustín se conservan cuadros donados por los duques. Llama la atención poderosamente un cuadro que representa a San Agustín que hasta ahora había venido clasificándose como una buena copia de Ribera, pero que podría tratarse de mucho más que eso. Una limpieza en profundidad de la tela y una investigación sobre la misma podría revelarnos más datos sobre el mismo, aunque Juan Luis Ravé ya trabaja con la hipótesis de que se trate de un auténtico Ribera.

Los paralelismos con Osuna son numerosos. El pintor gozó de la protección de los virreyes, que le fueron adoptando como pintor de cámara. En 1616 Ribera se traslada a Nápoles entrando en el taller del caravaggista Gian Bernardo Azzolino, con cuya hija se casó poco después y creó su propio taller. Ese mismo año Pedro Girón es nombrado Virrey de Nápoles hasta 1620. Le hace su primer encargo importante, El Calvario de la Colegiata de Osuna. El éxito es tal que la nogbleza española le hace numerosos encargos. Tras la muerte del Duque de Osuna, el de Alcalá le sustituye como virrey y nombra a Ribera Pintor de Corte y luego el Duque de Arcos. Su taller se ha convertido en el más prestigioso de los napolitanos y en él trabajarán un buen número de ayudantes, entre ellos Luca Giordano autor de unos 5.000 cuadros era el pintor de moda en la corte, y autor de varias obras en El Escorial.

El Duque de arcos estuvo dos años en la ciudad, en los cuales entraría en contacto con la corte ducal, de la que Ribera era su pintor “oficial”. La biografía del pintor indica la relación pictórica con todos los virreyes, pero nada dice respecto al Duque de Arcos. El cuadro de San Agustín, una vez restaurado y convenientemente estudiado, podría ser la respesta a dicho enigma.


El enigma del estilo indígena

Mucho se ha hablado sobre las yeserías, y hay quien ha creído ver una influencia indígena americana en su decoración. Fueron concluidas en 1649 bajo un estilo muy distinto al previsto, bajo el encargo de Guadalupe de Láncaster, quien mantuvo una fuerte amistad y correpondencia con el explorador de la peninsula de California y cosmógrafo jesuíta Francisco Kino. Kino logró interesar a doña Guadalupe Láncaster, en la empresa de las misiones de California, de tal manera que ella aportó considerables fondos económicos para ese fin según Herbert Eugene Bolton. Kino entró en contacto con ella durante su estancia en España en 1680.

Lo cierto es que las yeserías no se ajustan al estilo del resto del edificio. Ravé opina que
probablemente no sea más que una interpertación popular de los alarifes locales sin ninguna influencia iberoamericana. Las guiás turísticas oficiales, comprobaremos que hablan de flores del trópico, pumas, serpientes, monos y elementos mágicos. Los tópicos se imponen a la realidad.

El enigma de los luteranos

No hace muchos años, en la preparación de una exposición artística se encontró con gran sorpresa un libro de himnos luterano hecho en 1872, decorado a mano, con el escudo de la primera República Española. El libro entró por derecho propio en el selecto club de las rarezas y su precio, en caso de venta, podría haber sido bastante elevado.

Ravé destacó el interés de este libro -único en España, por su rareza y valor sentimental para la comunidad de la iglesia evangélica española. Leer, escribir o tener este libro, podría acarrear graves consecuencias.

Sin embargo, el libro estaba, como uno más en las estanterías del convento. Las librerías de los conventos marcheneros serían “fastuosas” opina Ravé, por las numerosas donaciones de los Duques de Arcos, aunque la mayoría de estas publicaciones han desaparecido, otras se conservan aún ignoradas por todo el mundo en las estanterías de algún convento. Y de vez en cuando nos dan sorpresas como ésta.

El secreto como arma

La palabra más prohibida de España, fue masón. Prohibida, perseguida y demonizada. Aún hoy muchos, al oir este vocablo, acudan a su mente las leyendas más oscuras. Tal es el peso de la propaganda.

La idea de un grupo secreto dedicado a la filantropía resulta fascinante. Sin embargo, ¿como llegó algo tan simple como una hermandad de constructores a ser tan perseguido?. Los ideales masónicos de tolerancia religiosa y la igualdad, no siempre han sido ni compartidos ni respetados. Libertad, Igualdad, Fraternidad. Y hoy en día no tienen nada de secretos, pues se organizan charlas, conferencias y reuniones.

El ferrocarril, instrumento de progreso y avance, trajo hasta los municipios de la conservadora campiña sevillana en torno a 1880, los primeros masones. No deja de ser simbólico que con aquella fuente de progreso, y precisamente desde la vecina Francia, llegase Louis Alfred Coullaut Boudeville, ingeniero de ferrocarriles, padre del escultor Lorenzo Coullaut Valera. Fue el quien impulsaría las primeras logias masónicas de Marchena. Además, gran parte del gremio de trabajadores del ferrocarril de Marchena participó también de estas sociedades secretas. Louis Alfred Coullaut sería uno de sus más importantes miembros, bajo el nombre de Thiers, alcanzando el graod noveno de los más de treinta de la organización.

La primera logia “Hijos de la caridad” fue fundada en Marchena en 1885 según los datos del archivo de Salamanca, estudiados por Leandro Alvarez Rey, que fue impulsada por el jefe de estación de ferrocarrilo marchenero, y que no llegó a congregar a más de 15 personas, la mayoría del gremio de ferrocarriles. Unos años más tarde se funda la “Martia” que llegó a congregar a más de cien personas durante más de diez años, siendo una de las más importantes de la provincia y creando otras sociedades similares en pueblos limítrofes. Finalmente se cerró, o abatió las columnas en 1896 tras la marcha de Coullaut.

Su actividad estuvo dirigida a la “activación política y cultural del municipio” pues en su opinión el marchenreo era “ignorante de que tuviese deberes que cumplir y derechos que pedir”. Editaron un semanario para combatir los abusos de los caciques, que naturalmente no duró mucho tiempo, pues la redacción fue asaltada por un grupo de matones, y sus miembros juzgados por delitos de injurias aunque finalmente absuletos. Sin embargo elloss e mostraron felices por “desenmascarar a algunos personajillos que vivían de la estafa administrativa”. También denunciaron juegos ilegales sin ningún resultado, pero también decidieron al socorro de necesitados y abieron una “sociedad de amigos del estudio” germen de la futura escuela laica que se abrió en 1891 con una modesta biblioteca y una escuela de primera y segunda enseñanza, con clases para artesanos. Entre sus miembros había periodistas, militares, sastres, jueces, industriales o politicos, sobre todo republicanos.

Joyas entre olivares
“En él no son precisos/ ni rosas ni claveles / sólo estar, siglo a siglo/ serenamente en pie”. Como dice Gala, los olivos del cerro de la Atalaya parece que lleven toda la eternidad oteando en las llanuras del suroeste, las ducales riberas del Corbones. En esta zona, por diversos factores se implantó masivamente por vez primera el cultivo de olivar en el siglo XIX.

Ni Montemolín ni Vico han dado aún su fruto de ruinas milenarias, ni el tiempo ha podido acabar con las pequeñas perlas verdes de Jarda, conservadas gracias a su dedicación ganadera, ni la sombra del olivo ha dejado de recorrer las campiñas desde que los fenicios lo trajeron quizá de Creta o de Grecia. “Sobre el olivar, se vio la lechuza
volar y volar”.
“¡Árboles! ¿Habéis sido flechas caídas del azul? ¿Qué terribles guerreros os lanzaron?”. Si Lorca habló así a los árboles, Tolkien los hizo hablar, les dotó de voz propia, naturalmente para intervenir en la desigual batalla entre la tierra y el hombre. Los ents, amables y sabios eran pastores del resto de los árboles. Más allá llegan las tribus baká de Africa, pues para ellos los árboles son Eyengui, el mismo Dios.
Por su tamaño, los árboles más grandes del eucaliptar de la Zarzuela, a cinco kilómetros hacia el sur de Marchena, parecen ents. Rodeado de llanuras de trigos y olivos, allí han ido siempre los marcheneros a pasar un día de campo. Desde aquí, la silueta de los monumentos marcheneros, cobra más misterio. Los campos parecen dispuestos "a verdear el aire" según Blas de Otero y el bosque de ribera, rompe la monotonía de tierras pardas.
Ojuelos, Vico, Platosa, Vadoviejo, La Coronela, La Cobatilla, Gamarra, Media Legua, Beteta, el Parque o Armijo... y una lista interminable. Millones y millones de metros cuadrados de esta zona pasaron de las manos ducales a las de burgueses, en justo día de 1882 en que el féretro de un arruinado duque calavera y derrochador dió con sus huesos en la estación de tren de Osuna. Aquí comenzó además la idea de que en Marchena las tierras están más repartidas que en otras zonas.

Entonces llegó a los campos la economía de mercado y además vino la desamortización a dinamizar el mercado agrícola. “Olivar, por cien caminos, tus olivitas irán caminando a cien molinos”. Y entonces llegó el ferrocarril y con él la expansión del cultivo del olivar que era antes, minoritario. Comienzan a construirse las grandes haciendas del olivar que salpican de blanco, las colinas de olivares en esta zona. “¡Olivares y olivares de loma en loma prendidos cual bordados alamares!”.

Las haciendas tradicionales del olivar están formadas por edificios de labor y viviendas que giran en torno a varios patios. Los patios dedicados al trabajo o el de los señores es el escenario en donde se desarrolla la vida. La portada principal se suele abrir hacia los dos patios. La finca suele tener también espacios dedicados al ganado como caballerizas o cuadras y zonas de almacenamiento de los productos agrícolas, como pajares, graneros, secaderos y lugares para guardar las herramientas de trabajo (maquineros, talleres, guadarnés).

La estancia más típica de estas haciendas es la almazara -palabra árabe que significa espacio para exprimir la aceituna-, en donde se disponen los trojes o depósitos de aceitunas, el alfarge con sus rulos para molerlas y la caldera de agua, además de la prensa con una enorme viga contrapesada por una torre maciza y la bomba o pozo donde se separa el aceite del alpechín. Finalmente, las tinajas donde se deposita el aceite. En 1861 había en Marchena 35 molinos aceiteros uno de los mayores en San Agustín que aun conserva su torre.

Todo esta herencia puede verse además de en las propias haciendas olivareras diseminadas por estos campos, en uno de los pocos molinos que se conserva intacto, dentro del pueblo, en la calle Niño Marchena. De entre las antiguas haciendas destaca la de Montemolín, que además de ser herencia de esta época conserva una importantísima y destacable colección arqueológica y artística privada. También son muy antiguas las de Sanabria o La Cobatilla.

Tras cruzar el río Corbones por el paso de la Zarzuela, hacia el sur, encontramos el cerro del Capitán, desde donde se observa una amplia panorámica sobre el curso del Corbones. Más adelante se encuentra el arroyo del Salado, uno de sus afluentes.
En esta antigua dehesa comienza a aparecer la vegetación autóctona, como el lentisco -especie protegida- y el acebuche a unos ocho kilometros de la localidad. El lentisco es usado con fines ornamentales aunque también tiene un uso medicinal y el acebuche tiene gran interés biológico al ser ejemplos olivar silvestre muy antiguo. Liebres y perdices tienen bajo el acebuche su refugio, de donde salen a alimentarse por la mañana y a última hora de la tarde.
“Yo voy soñando/ caminos de la tarde/. ¡Las colinas doradas, /los verdes pinos, /las polvorientas encinas!...” Ya nos encontramos en Jarda, una zona de gran vegetación autóctona, enriquecida en los últimos años por las reforestaciones de los ecologistas del taller verde. Sobresale el majestuoso chaparro o encina con sutronco recubierto de corcho, y su hermano menor el coscojo. Muy cerca de aquí existío hasta los años 70 el último bosque de encinas de nuestra zona, para uso ganadero.
Los jazmines silvestres presentan unas pequeñas flores amarillas. También hay palmitos, romero y otras hierbas aromáticas, como lavanda, espliego, jara y tomillo plantados además de pequeños lirios silvestres.
La lavanda tiene pequeñas flores de color entre lila y púrpura que producen la esencia de lavanda, utilizada en la elaboración de perfumes, agua de colonia y vinagre. Tiene propiedades medicinales, actúa como calmante y tónico nervioso. Con las flores secas se confeccionan bolsas para perfumar la ropa.
El tomillo es usado en la cocina como condimento, y en medicina como antiséptico, tónico, diurético, cicatrizante y vermífugo. El romero es muy cultivada por sus hojas aromáticas, utilizadas como condimento y como fuente de un aceite volátil. El aceite de romero se utiliza en medicina como estimulante, también se usa en perfumería.
Toda esta zona es usada también como lugar de recreo y esparcimiento, y lugar elegido por muchos vecinos de la zona para celebrar fiestas o comidas campestres, lo cual no es incompatible con la protección de la naturaleza siempre que no olvidemos dejar todo en el mismo estado en el que nos lo encontramos, recogiendo todo lo sobrante antes de marcharnos.
Un poco más allá, cruzando la carretera de Lantejuela encontramos la imponente presencia del toro bravo que pasta en las llanuras de Los Ojuelos, estos animales son actualmente lidiados en importantes plazas de toros de nuestro país. Se trata de la ganadereía Pallarés, fundada en 1939.
Mitra -culto indoario- se medía con el toro, sometiendolo al cogerlo por los cuernos y hundiéndole una espada o un cuchillo en el costado. Del cuerpo del toro surgieron el trigo y la vid. De su simiente, todas las especies de animales útiles.

El mito primitivo tiene su eco en el cercano cerro de Montemolín. La imponente figura del toro negro, que aún se pasea entre las encinas cercanas. En Creta florecía la cultura minoica, con su carga de mitos eternos, como el del palacio de Cnosos. Para entonces, ya todo el mundo conocido había oído hablar de los toros de Tartessos. "¡Toros de Atlante fatuos y cerriles!", que menciona el poeta Fernando Villalón, enlazando, con otro de los mitos, el de Atlantis, al que el profesor Schulten dedicó cincuenta años de su vida.

Volveremos hacia Marchena buscando el camino de San Ginés, -que llevaba a Osuna- pasando cerca de los cortijos de Vico y Montemolín, dos importantes enclaves arqueológicos. El cortijo La Atalaya, a 141 metros, nos avisa que estamas acercándonos a San Ginés con su antigua fuente y ermita.

Tras los símbolos del poder

El arte, es el lenguaje del alma. El alma es lo que nos hace humanos. La violencia, la sinrazón es el fracaso del hombre. Así muchas veces el objeto arístico es como una especie de espejo. Saca lo mejor y lo peor del ser humano.

Cuando el arte se asocia al poder, parece que se impregnara de su esencia, obteniendo esa misteriosa atracción. Muchos hombres poderosos se han pasado la vida persiguiendo los símbolos antiguos del poder, como la puerta de entrada al antiguo palacio Ducal de Marchena.

El arte fue el mejor reflejo de la atormentada personalida de uno de los mayores magnates norteamericanos. La megalomanía de William Randolp Hearst, su desmedida afición al coleccionismo, le arrastraron a una febril ambición de adquirir y acumular objetos artísticos de toda índole, más como signo de distinción social que por auténtico disfrute personal de las piezas adquiridas.

"San Simeon era el lugar que Dios hubiera construido si tuviera el dinero", escribió Bernard Shaw. Pero el dinero -motor y unico sentido de su vida- no era lo único que separaba a Hearst de la bondad divina. El escándalo, al amarillismo, la jugada sucia, la lucha sin cuartel y la ausencia de reglas contra sus enemigos, eran las armas de su cadena de prensa y publicidad, consumida ávidamente por millones de lectores norteamericanos.

Titulares falsos como “Españoles violan a mujeres norteamericanas en Cuba” repetidos en sus mas de 25 diarios, prepararon a la oponión pública para que EEUU declarase la guerra a España 1898. Una vez descubierto su poder, intentó sin éxito la carrera política. Goebbels autor de la frase “una mentira que se repite un millón de veces acaba convirtiéndose en una verdad" se entrevistó con Hearst en Berlín. A cambio de dinero comenzó difundir en sus periódicos artículos de Goering. El descrédito y las presiones populares le obligaron rápidamente a suspender su difusión.

Hearst tenía 52 años, estaba casado y su esposa esperaba un hijo cuando conocío a Marion Davies, de 18 años. Para ella movilizó el aparato publicitario, logró hacerla debutar en Hollywood y empezó a construir el palacio de San Simeon.

Hearst, con su típico sentido del humor, lhizo una simple petición, "Señorita Morgan, estamos cansados de acampar al aire libre en el rancho de San Simeon y nos gustaría edificar algo pequeño..." Una finca de 97.000 hectáreas en la costa de California y varios edificios con centenares de habitaciones donde colocar parte de su colección de arte.

Un viejo imperio agonizaba mientras otro nacía. Una España en crisis, se despedía de su viejo sueño sudamericano. Poco después, Hearst rebuscaba las ruinas de los antiguos símbolos del poder del país que consideró su enemigo. Sus agentes comenzaron a buscar antiguedades en España.

Abandonados claustros románicos en lugares perdidos fueron demonstados. Piedra a piedra, las piezas eran numeradas, embaladas y transportadas por carretera o tren con dirección a los puertos donde embarcarían hacia EE.UU en cargueros alemanes. El país estaba más ocupado en la llegada de la República que en el robo de piedras, por venerables que éstas fueran.

El historiador José Miguel Merino que aún trabaja siguiendo la pista del expolio afirma que: “Sólo en Nueva York se contaron 12.000 objetos, entre los que cabe destacar el monasterio de Sacramentia, tres claustros medievales franceses, dos italianos, más de cincuenta artesonados españoles, innumerables portadas, ventanas, rejas, mobiliario. Todo ello fue malvendido y se desperdigó por territorio norteamericano”. Muchas quedaron olvidadas en almacenes.

Uno de los pocos restos que escapó al delirio de Hearst fue la monumental puerta tardogótica del palacio ducal de Marchena, levantada en 1492 como arco del triunfo por Don Rodrigo Ponce de León, considerado por los Reyes Católicos un brillante militar y estratega. Tras participar activamente en la toma de Granada con decisivas victorias, y ser mano derecha de los monarcas, extendió sus dominios poniendo las bases del Estado de Arcos, siendo Marchena su pequeña corte. Además impulsó la construcción de
la iglesia de San Juan.

El lenguaje artístico de la portada contiene elementos simbólicos de grandeza. Labrada posiblemente por el artista toledano Juan Guas, a quien el duque encargó su monumento funerario,está lllena de figuras de poder como el león o el águila.

Según las crónicas oficiales de los duques, un día estando en oración en la iglesia del palacio marchenero se le apareció la virgen y le dijo “habemos rescebido tu oración y por ser fecha tan continua y con tan limpio deseo de corazon te otorgamos que en todas cuantas batallas de moros te fallares, serás vencedor”. Así, no era raro ver las tropas de los marcheneros volviendo victoriosos de las batallas. “E así entró el marqués en la villa de Marchena con mucha honra y ricamente acompañado con muchas trompetas, e atabales, su estandarte tendido delante, e la bandera del rey moro detras de la suya”. Sus tropas tomaron Alhama y Málaga, así como la sierra de Grazalema, que fue repoblada en parte con marcheneros en 1501. Es el origen de la existencia de muchos puntos que en el suroeste español llevan el nombre de Marchena.

En la sierra gaditana, los duques hicieron construir una casa palacio, alrededor de la cual se fueron edificando las viviendas de los criados de la casa ducal. Este pequeño poblado fue denominado Marchenilla, (hoy, El Bosque) en alusión a la ciudad de Marchena. También se relaciona Santa Cruz de Marchena (en la alpujarra de Almería) con las conquistas de D. Rodrigo. Fue un antiguo castillo de la época de los moros, con el nombre de Marshana, y luego propiedad de los Duques. En la Sierra de Segura (Jaen) hay dos pedanías que se llaman Marchena, y también, un arroyo y una loma o montaña que se llama Marchenica. También existe una antigua aldea, hoy convertida en barrio en Dúrcal (Granada), y una pedanía con el mismo nombre en Lorca (Murcia). Los tres primeros casos guardan relación directa con D. Rodrigo. El hecho de que una isla del pacífico se llame Marchena, es algo anecdótico.

Arte al servicio de la eternidad, el poder y la gloria. Quizá fue esa lejana gloria del simbólico año 1492 la que vió en ella Hearst o alguno de sus agentes. Tal vez como símbolo de la victoria de su país contra España, decidió comprar ésta portada y colocarla como entrada principal de San Simeón.

Las ruinas del palacio eran el objetivo perfecto para los agentes de Herast. Sumidas en la ruina y el abandono, antigua propiedad de un duque arruinado por valor de 43 millones, tras la mayor operación bancaria de la historia, y con los periódicos hablando del tema, los agentes del magnate americano Arthur Byrne y Fernando Beloso, no tardaron en fijarse en Marchena. Además la portada monumental de Marchena, entraba dentro de las características de lo que Hearst estaba buscando.

Hearst no pudo culminar sus planes con respecto a la portada del palacio marchenero. Según nos cuenta Juan Luis Ravé, el marqués de la Vega Inclán, -conservador de los Reales Alcázares de Sevilla y responsable de la reforma del barrio de Santa Cruz-, ejerció el derecho de retracto y compró la portada, para simbólicamente entregarla al Rey de España, Alfonso XIII.

El coste del montaje y desmontaje que se hizo en las tres ultimas semanas de julio de 1913 fue de 8.850 pesetas, las piedras fueron trasladadas en tren -en ocho vagones y con un peso de 80.000 kilos- hasta el Alcázar de Sevilla, en cuyos jardines fue instalada en 1914, donde aún hoy puede verse. Posteriormente el Ayuntamiento de Marchena pidió en dos ocasiones la devolución de la puerta, en 1970 y 1999, sin resultado positivo.

Era tanto el interés que Hearst parecía tener por ésta portada, que no quiso variar sus planes iniciales de colocarla en la fachada principal de San Simeón, y finalmente encargó a Julia Morgan una copia exacta, que se colocó definitivamente en la entrada del palacio hoy propiedad del estado de California y que recibe mas un millón de visitas cada año.

Cary Grant comentó que san Simeón era un lugar excelente para pasar la gran depresión económica de 1929. Mientras los americanos hacian cola para recibir pan gratis, Mary Pickford jugaba al tenis con Charles Chaplin y Gary Cooper nadaba en la piscina de mosaicos de oro, en las laderas del Hearst Castle.

Quienes han dado un paseo por el castillo afirman que lo han sido contagiados por una desmedida ansia de poseer y que parece la escenografía de un filme y que parecía contar la vida de un hombre cuyo nombre seguramente iba a ser olvidado pues nada importante aportó a la humanidad. Paradójicamente, la película que intentó destruir mantiene su nombre vivo. Hearst fue Kane. Siempre lo será. " Uno puede aplastar a un hombre con el periodismo, pero no con las películas" comentó en alguna ocasión Hearst.

Lejos estaba de la verdad, tal como lo experimentaría él mismo en mayo de 1941, cuando Orson Welles estrenaba, contra todo pronóstico, Ciudadano Kane. A los 76 años, el intocable Hearst, se enfrentaba por primera vez a alguien digno de su enorme poder. Ninguno de los dos estaba dispuesto a capitular. Cuentan que Hearst ofreció más de un millón de dólares a la RKO por la película para destruirla, sin conseguirlo.


Un periodista busca las claves de esa vida, tratando de desentrañar el significado de Rosebud, la última palabra que Kane pronunció antes de morir, y lo que encuentra es a un hombre duro en apariencia pero de fondo frágil que acumuló en su vida todo lo que quiso, y anheló siempre la inocencia perdida desde la infancia.

Renacer del agua

El ser humano contiene más de un 80% de agua. Somos de agua. Debe ser por eso que la necesitamos. Quién no se ha sentido alguna vez como si renaciera, tras bucear entre transparentes aguas marinas rodeado de pequeños peces y de algas, o después de tomar un relajante baño. Después de esas experiencias uno camina como si no rozásemos apenas el suelo con nuestros pies quizá llevado por algún espíritu misterioso. El contacto con el agua se transforma así en algo metafísico.

Las religiones conservan sus antiguos ritos iniciáticos de purificación con agua. Las abluciones de hindúes y musulmanes, el mikveh judío o el bautismo católico. Aguas sagradas del Jordán, Ganges o Nilo.

Víctima de la prisa, el hombre contemporáneo acude ahora a los viejos remedios del agua caliente o fría, a presión o por inmersión que nos relaja o estimula, alivia el dolor, induce el sueño, acelera el pulso. Baños terapéuticos y rehabilitadores, propiedades curativas y beneficios estéticos.

Kantas Niskas, rogamus et deprecamus vos... (sagradas ninfas, os rogamos y suplicamos...) Así invocaban los antiguos griegos, y aún hoy en algunas regiones a las ninfas de fuentes y manantiales. Los sacerdotes griegos las invocaban precisamente junto a las fuentes, ofreciéndoles sacrificios y plegarias, solicitándoles que hicieran caer la lluvia.

Magia, belleza y refinamiento entre arcos y celosías, adornan el escenario donde el juego de agua y luces en la penumbra, envuelve el misterio del "hammam". Los baños árabes recuperaron la herencia de Grecia y Roma y nos dejaron una de las más apreciadas herencias de Al-Andalus. Sheherazade, la princesa de las Mil y una Noches dijo que una ciudad no estaba completa si no tenía su "hammam". Eran el centro de la vida de las ciudades andalusíes, lugar indicado para relajarse y charlar. Para el mundo islámico el agua es un don divino, pero también significa la sabiduría profunda y la pureza, la bebida por excelencia que apaga la sed del alma.

“La higiene es una manifestación de la fe” escribió Mahoma. Adosados a la mezquita, los baños responden al imperativo de acudir a la misma impolutos y limpios. En su origen revistieron un carácter público y social, abierto. Los hammam incluyeron servicios de gimnasia, masaje, té música e incluso bibliotecas. Cuando el norte cristiano no conocía el concepto de higiene, la Córdoba musulmana contaba con mas de seiscientos baños públicos. Según I.Zamrak, los baños proliferaron en todo el territorio de Al-Andalus, no sólo en los núcleos urbanos, sino también en los rurales -grandes o pequeños-.

El historiador Fernando Alcaide opina que el hammam de marshen'ah o Marchena de los olivos estaría bajo el solar del antiguo convento de Capuchinos, junto a la Plaza Ducal aunque su verdadera ubicación solo se sabría gacias a una excavación arqueológica. Es el mismo caso que la mezquita, o la necrópolis islámica. La certeza del agua árabe la
tenemos en arcados aljibes bajo la iglesia de Santa María o San Juan. También hubo aljibes en la zona del ábside, y del convento de Santa María o en el parque. Así, se relacionaría el agua con la construcción de templos y eficios, como en el mundo antiguo.

Hasta hace un siglo funcionó en Marchena una casa de baños medicinales, ubicada en la plaza de abajo o Plaza de Alvarado, una de las más antiguas e importantes de la provincia sevillana.

En el Diario de Sevilla de 1829 aparece la noticia de la rehabilitación de la antigua casa de baños, -que según esta crónica era conocida desde tiempo de los árabes- coindidiendo con el resurgir del incipiente turismo termal y de balnearios. En la reforma de aquel año se dotó al establecimiento de modernas instalaciones. Incluía, además de la sala para baños, una para hombres y otra para mujeres, una sala de espera. Los baños propiamente dichos consistían en estanques de siete piés de largo por cuatro de ancho y tres de profundidad. Las conducciones de agua corrían a lo largo de la muralla.

Ese año, una comisión médica compuesta por dos químicos y dos farmacéuticos dictaminan que las aguas de los baños de Marchena poseían algunas propiedades especiales que lo hacían único. Por ejemplo aseguraban que las aguas eran buenas para las corrupciones cutáneas provocados por determinados hongos del cereal (el cornezuelo que provocaba un picor llamado fuego de San Agustín). También eran buenas las aguas para afecciones provenientes de debilidad nerviosa, irritabilidad, histerismos, manías, etc.

Los estidos hidrogeológicos nos revelan que Marchena siempre fue abundante en agua
y que ésta podía ser hallada a escasa profundidad, como así lo atestiguaban los numerosos pozos que antaño abastecían a cada casa del pueblo. Según el geógrafo Manuel Ramón Ternero, los sustratos arenosos del sur del término municipal permiten la penetración del agua que queda embalsada en los más profundos sustratos rocosos, formando un venero. Dichos manantiales afloraban en las laderas del cerro más antiguo del municipio y sobre el que se construyó el barrio de San Juan.

La panorámica más bella del barrio antiguo es la que se logra desde la colina sobra la que se asienta el barrio de San Miguel justo enfrente, y desde allí llaman la atención las torres de las iglesias, pero sobre todo, por contraste cromático destaca un punto en donde abunda la vegetación, sobre todo antiguas y altas palmeras, evocando un vergel árabe, junto a otra clase de plantas, signo inequívoco de la abundancia de agua en su subsuelo. Decía Machado “La palmera es el desierto, el sol y la lejanía: la sed; una fuente fría soñada en el campo yerto”.

En ese punto, -donde hoy se levanta un edificio dedicado a la restauración, que ha recogido la tradición de ser parada y fonda del visitante forastero quizá dede los tiempos en que funcionaban los baños- confuyen dos manantiales hoy olvidados, el manantial norte, que viene de la zona de la calle San Francisco y el manantial sur, de la zona de Antonia Díaz y llegan al edificio de los antiguos baños, después de unirse a través de “un extenso acueducto de obra antigua” según el relato del Diario de Sevilla de 1829.

Según la comisión médica, el manantial norte es rico en sales neutras, magnesio y calcio, alúmina, selenita, sílice u óxido de sílice, mientras que el agua del manatial sur contiene ácido carbónico, sulfato de hierro, nitrato de calcio, sílice y sobre todo gran cantidad de sales, disueltas y a baja temperatura. La comisión médica destaba las propiedades de las sales, como secante o antiséptico muy eficaz para las enfermedades cutáneas.
Hoy en día, los manantiales continúan bajo tierra, pero están cegados por falta de uso.

Todas estas características confieren a dicho lugar un interés especial. Tiene baraka, una expresión arabe que significa suerte, bendición. La presencia de la cultura árabe en dicho lugar justo en el centro del municipio, queda atestiguada a través de la muralla almohade. Justo sobre la muralla, las palmeras y un antigo jardín nos indican que el agua nunca dejó de fluir en aquel paraje que tiene un especial regusto andalusí, unido a un torreón y al Arco de la rosa, la principal puerta de la muralla, por un estrecho paso de guardia. Sin embargo no puede ser visitado, pues es privado y las visitas oficiales no lo incluyen en las guías. Tampoco pueden ser disfrutadas sus aguas con poderes curativos, porque los actuales propietarios no disponen de medios para hacer la reforma necesaria.


El alma de las casas

El abuelo llegó un día al campo, desbrozó el terreno y clavó en el suelo una fila de estacas. Luego, fue a cortar más palos para el esqueleto y los puso armando el tejado, apoyándose en la viga maestra o cumbre. Para el cuerpo amarró cañas que sujetarían las varetas y añadió pasto seco cosido a modo de cobertura. Lo embadurnó todo de barro y le puso una camisa de cal. Luego cavó con sus propias manos el pozo, morada del agua, y de allí brotó con generosidad el líquido elemento. El fuego tuvo también su hogar cuando construyó el horno de pan. La cocina se erigió unas decena de metros mas allá, para evitar incendios.

Era la choza de los tiempos antiguos. En el comedor-cocina, todos los miembros de la familia que solian ser muchos se reunian en torno a dos grandes fuentes dispuestas en la mesa. De ellas comían con cucharas de palo. En verano gazpacho y en invierno cocido o sopa de tomate eran los alimentos más consumidos. Los días de fiesta se festejaban con arroz con miel. Sobre una loma, rodeada de pinos, almendros y olivos vivieron felices muchos años.

Esas casas eran el centro de la vida a mediados del siglo XX, donde, como en una metáfora de Marchena reinaban las mayetitas, mujeres rurales, pequeñas propietarias. Quintaesencia de la tierra, Marchena era una mayetita, de mejillas sonrosadas. "Mariposa morena dulce y definitiva, como el trigal y el sol, la amapola y el agua” dicen los versos de Neruda a otras mujeres, tan lejanas, tan cercanas. Según Luis Camacho "Reina destronada de tu palacio construido con salones de mieses, mármoles de crepúsculos y lámparas de lunas" y que, como mi propia madre me contaba se sentía en el pueblo "con la mirada vaga y rara".

Aquel mundo rural estaba cuajado de ritos y ritmos antiguos, sobre un campo abierto e infinito. De bailes populares, como la jeringoza, -o jerigonza- con su vocabulario lleno e dobles sentidos. Bajo una apriencia inocente, este baile era una forma de "cogerle la mano" a la moza que gustaba en una rueda que se hacía al son de ritmos bailables, y aun se conserva en las sierras de provincias limítrofes. “Que busque compaña, que sola parece una caña”. Una de las grandes citas del envierno, musical y gastronómica eran las grandes matanza del cerdo, de donde se sacaba alimento para todo el año y se reunían familia y amigos.

Dos hombres solían atar al cerdo en algun tronco o árbol, para darles un certero tajo en la femoral, mientras las mujeres colocaban grandes lebrillos en el suelo para recoger la sangre y luego la remueven con las manos para que no se cuaje. Luego colocaban los restos del animal sobre meses de madera para destazarlo, y hacer chorizos, o morcillas aderezadas con comino, clavo, canela, pimienta y piñones.

“La mancera de mi arao/ tiene un peazo comío/ de recibí lagrimones/ to el tiempo que te he querio”. Cantes de gañanía o de trilla, formas de dejar en el viento, las penas más profundas, cuando nadie las oía, acompañados solo por el tintineo de las campanillas de las mulas el de los cencerros de los bueyes. También las mujeres cantaban, -con voces de dagas de esmeralda-, mientras trabajaban en las huertas regadas por las risueñas acequias del mediodía.

Las chozas rurales fueron el más primario y antiguo modelo de vivienda que existió en Marchena, y viene a decirnos que hace apenas 50 años aun había viviendas que básicamente seguían los mismos patrones que en el mundo antiguo, el de hace miles de años. Nuevamente una falsa concepción del olvido o del progreso, ha condenado a la desaparición este tipo de viviendas que hoy por hoy ya no existen en Marchena. Para muchos, como Luis Camacho, de alguna forma, Marchena se ha traicionado a sí misma al perder su esencia y su símbolo. "Sus decires cortos, sus silencios largos". Pero para otros aquella fue una época para olvidar porque estuvo marcada por el drama del hambre y la posguerra.
Sin embargo la casa rural es solo uno de los tipos de casas tradicionales. "Y en lo hondo, mi mundo, mi templo diminuto". El poeta Antonio Salvago nos dice así que para conocer el alma de un pueblo es necesario haber visto, primero, el alma de sus casas, ricas y pobres, grandes y pequeñas. La casa como una prolongación de la propia personalidad. Mi casa, "paisaje de cosas animadas, mi paisaje de otoño desolado" según Benedetti. Según este poeta, las viejas casonas están llenas de "pájaros, lluvia, alguna muerte, hojas secas, bocinas y nombres desolados. Por eso es cruel dejarla recién atardecida con tantos balcones como nidos a solas y tantos pasos como nunca esperados".

Si los pueblos tuviesen alma ese sería sin duda el patio. Es núcleo central de herencia arabe y romana. Patios que esconden negros gatos de bellea huraña, esperando las sobras, acechando en las sombras, mientras transmiten la secreta sabiduría de cómo mantener la elegancia aún en las peores circunstancias.
Arcos de patio distribuyendo el espacio y ascendiendo como el aroma hacia las plantas altas. Viejas casonas: "caricia de fondo de arcón adamascado de un verde de terciopelo de siglos", dijo Luis Camacho. En las antiguas casas nobiliarias marcheneras el espacio predominante es la sala del estrado que suele estar decorada con artesonados de tradición mudéjar y dar al balcón de la fachada principal con artísticas rejas. Algunas de estas casas tienen en su interior capillas.
Entre la nobleza de las casas sobresale la del Ave María, que tiene unos 500 años, situada frente a la antigua carcel en la plaza homónima. Albergó el convento de la Concepción, antes que este pasase a su sitio actual. Tiene una leyenda en la puerta “sin pecado concebida”, de su época conventual. En el interior un bello patio con arcos de ladrillo y referencias a muchos nombres ilustres del pasado, como toda casa antigua que se precie.

Al exterior, la plaza de la Cárcel con sus ecos de moleeras, sus historias de Cervantes y sus poemas de Salvago."Blasones de orgullo y nada sobre los hombros de nadie". El príncipe de las letras castellanas escribió "sea tenido por falso desde Sevilla a Marchena...", y esto, señores son palabras mayores en do menor. Es la melodía de Miguel de Cervantes -nombre oficial de la plaza de la Cárcel- mencionando a Marchena en su inmortal Quijote. La comparación entre Sevilla y Marchena es para el investigador Rogelio Reyes una broma o una canción popular recogida por el escritor, que deja en todo momento, palpable su conocimiento de estas campiñas.

Los investigadores se afanan en encontrar documentos sobre el genio y Marchena, sin hallarlos. El cronista oficial José Calderón afirmó que el escritor estuvio en la villa en años posteriores a 1580 para comprar aceite destinado al abastecimiento de la flota de la armada invencible.

La Calle Carreras, -confortable y señorial, tanto que tiene su propio poeta- lugar preeminente por ser salida del Palacio conserva casas de mucho sabor. La casa del escudo y aledaña, que ha sabido conservar todo el sabor popular. Las dos casas conservan patios con arcos y jardines con flores, así como azulejería y solería originales. La "casa del escudo" está muy cerca de la esquina de la calle Animas, la calle que se fue al alba con "una paz de olivares y un remanso de silencios" en cuya esquina los relojes marcan las doce en punto de algún siglo, mientras que andalusíes parras corretean por grandes paredes encaladas, en busca de los campos.

Casas populares y nobiliarias. Curiosamente ambas tienen su origen en el siglo XVIII cuando ocurrió un hecho de los que imprimen carácter. La burguesía vino a ocupar el espacio de los duques cuando éstos marcharon a Madrid. Calles enteras como Santa Clara, San Francisco o San Pedro se van a ver pobladas en esta época, cuando tambien surge el gran cortijo que tiene su precedente más inmediato en las villas romanas.
Hay fachadas nobles de piedra o ladrillo muy hermosas, ambos casos muy usados. De las grandes fachadas de mármol destaca una en calle San Pedro, otra frente a San Juan y otra en calle Mesones, esta última de doble columnata.

La de calle San Pedro tiene dintel con columnas de mármol y adornos geométricos, rejas torneadas con escudos, cornisa en forma de volutas, gárgolas de piedra y enormes ventanales. Muy similar a esta fachada es la situada frente a San Juan, levantada por un presbitero de la parroquia matriz. Aprovecha los espacios de la muralla para ubicar grandes jardines. Los torreones árabes en esta zona, son usados como miradores. La muralla condiciona su trazado y salva el desnivel. En la casa de calle Mesones, con doble columnata en la fachada, destaca el gran patio sustentado en cuatro gruesas columnas y arcos rebajados.

Otra casa en calle San Pedro tiene fachada en ladrillo visto, con balcón presidencial, rematado con el unico ejemplo de mirador y el unico balcón corrido con cierro haciendo esquina de la comarca. En su interior, la única escalera imperial, con dos arranques y gran cúpula.

También destacan fachadas de ladrillo visto en calle Santa Clara, con decoración de soles y lunas en la fachada, conchas en los huecos de las puertas y ventanas y patios con un enorme sabor.

Pero las viviendas antiguas mejor conservadas como conjunto, unidad y autenticidad, es la plaza ducal entera -"gloria de guitarras y bronces que dormitan" dijo Antonio Salvago, reformada por Alonso Moreno en 1713. Con sus balcones corridos y barandas de hierro, arcos de medio punto o rebajados que originalmente pertenecieron a cortesanos de los Duques. Preside el conjunto las casas consistoriales del propio Moreno, quien también trabajó en San Agustín.

Además existe un tipo de casa popular urbana desconocido en otros lugares.
Se trata de las casas de jornaleros y mayetes y se levantan sobre todo en los barrios de San Sebastián y San Miguel. Tiene una o dos plantas y soberao, puertas y accesos adintelados, ventanas escasas y pequeñas, patio, callejuela y corral. -Corral: Trasfondo. "Ese sobrante inútil y precioso", así lo define el diccionario castellano-marchenero escrito por Luis Camacho. Poesía, humildad, humanidad. "El alma pura, limpia y eterna".

Estas viviendas, construidas por sus propietarios usban materiales sencillos, el barro para azulejos y solería , madera y los chinos de río también en el suelo. El zaguán suele tener una linea central de chinos para el paso de las bestias y un caño o desague. Los animales disponían de su sitio en los corrales y debian atravesar toda la casa que estaba preparada para esto. La cal, los patios y las pequeñas ventanas ayudan a preservar el fresco. En las azoteas se secan las blancas sábanas, y en los soberaos se guardan las oscuras cosas inservibles. Un conjunto sencillo, pero sublime, igual que el tomate con sal bajo las misteriosas estrellas del verano.

Hasta hace muy poco tiempo no se ha dado cuenta el marchenero, el verdadero lujo que es vivir en una de estas casas tradicionales, cuando ya casi son especies amenazadas, ante el avance de los bloques de pisos. Un piso son "solo unos cuantos metros donde pisar, lo que necesitamos son unos cuantos kilómetros redondos para flotar, para volar y diluirse". Muchos ven las actuales casas como escaparates, espacios vacíos de utilidad práctica, sin sitio siquiera para que los niños sean niños. Espacios para aparentar, antes que ser, pensados para que las vea el vecino don fulanito. "Una sociedad que vive en escaparates relucientes no puede ir a ninguna parte. Dura y crueal, sin amor, sencillez y sin hondura". Amén, con toda mi alma, Luis Camacho. Los pisos son tan perversos que no tienen lunas de verano, ni meses de abriles, ni albahaca, ni canela en rama, ni patios ni aceitunas prietas, ni gonzalos, ni veletas. Solo tienen tantos por ciento.

-"¿Porque no se compra usted un piso?.
-Y usted, ¿porqué no se compra una nostalgia?".

Templo de agua y fuego

Ningún nombre del santoral cristiano evoca con tanta fuerza nuestra conexión con las antiguas culturas, de ritos milenarios como Juan el Bautisa, quien vino a ocupar, nada más y nada menos que el lugar del sol, el más importante de los cultos precristianos.
Es el príncipe del santoral cristiano: es el único santo del que se celebra el nacimiento y no la muerte, cada 24 de junio Mientras Jesús ocupa el solsticio de invierno, san Juan toma posesión del solsticio de verano porque fue imposible erradicar las ancestrales celebraciones solares.

Así, Juan-Jordán, Juan-río, el sobrino de María y precursor de Cristo (Jo-hanan, "Dios está a mi favor"), perdió la cabeza por culpa de Salomé y a través de un guiño de la historia se convirtió en el dios-sol.

Qué mirás, Copérnico? le preguntó un sacerdote al astrólogo en su celda. Miro el orden, le reponde. Para los antiguos, los fenómenos astronómicos eran la voluntad de los dioses. En el solsticio de verano, -el día más largo, la noche más corta- figurativamente, detiene el astro solar su carrera ascendente. A partir de este momento, dará comienzo un proceso inverso. En esta fecha el eje de la tierra está inclinado 23,5 grados hacia el sol.

Para los griegos los solsticios eran simbólicas "puertas", la "puerta de los hombres", solsticio de verano o fiestas de Apolo (del 21 al 22 de junio) y "la puerta de los dioses" del solsticio de invierno (del 21 al 22 de diciembre).

Los fenomenos del Universo proceden siguiendo leyes inmutables, ritmos constantes que se repiten desde la eternidad. Es el momento justo para pedir por la fecundidad de la tierra y de los mismos hombres; además se debe comenzar a almacenar alimentos para pasar el otoño y el invierno. Para visualizar esos días se construyeron obras o señales, a veces monumentales.

Para los griegos ésta fecha estaba destinada al culto del dios Apolo al que tributaban con procesiones de antorchas pidiéndole que no dejase en tinieblas a su pueblo, creían que la magia del solsticio abría las puertas de lo incognoscible y por un breve lapsus el hombre podría gozar de los privilegios de los dioses. Por todo el mundo, las culturas antgiuas tenían ritos similares. El año 680 el concilio de Constantinopla para intentar erradicar ésta práctica pagana, sin conseguirlo.

San Juan también tiene su propia hierba entre ellas la artemisa (felicidad en griego). La tradición vincula esta fecha con las hierbas con determinadas propiedades. La artemisa es estimulante y se usa en medicina como vermífuga, los romanos la usaban contra el dolor y cansancio. De una variante de esta, el ajenjo o hierba incienso, se elabora la absenta. Las hojas, tomadas en infusión, activan la digestión y regulan la menstruación.

Fogatas y ritos de fuego de toda clase celebran el solsticio aun hoy día en todo el mundo. Se baila y salta alrededor del fuego para purificarse y protegerse de malas influencias, peo también en torno a las fuentes y las aguas, que están esa noche benditas por el bautista. Toda clase de sortilegios se realizan en torno al fuego y al agua. Julio Caro Baroja indica en sus obras que el culto a las aguas tiene en Sant Juan una de sus manifestaciones más brillantes.

San Juan de Baños (Palencia) fue construida por Recesvinto sobre un manantial despues de curarse gracias a una fuente con propiedades benéficas para la salud. En época romana existían en esta localidad unas fuentes o baños consagrados a las ninfas con un altar dedicado a ellas. En ella se celebra un peculiar misa el día de San Juan bajo el rito hispano visigodo-mozárabe.

Pocos municipios tienen su templo mayor dedicado a San Juan, la mayoría de los de nuestro entorno son consagrados a Santa María, pero además muy escasos son los dedicados explícitamente a “la degollación de San Juan Buatista”, como es el caso de Marchena. Santa María de La Mota fue el primer templo del municipio, integrado dentro del complejo palatino.

El conjunto es un recorrido por lo mejor de la tradición artística andaluza. La zonas mas antigua del templo es la de la capilla bautismal, ubicada bajo la torre, de finales del siglo XIII, según Ravé, -con bellos y arcaicos capiteles de decoración vegetal y puntas de diamante- relacionada con la presencia de la orden de los cruzados de San Juan en el municipio a quien el rey entregó la villa para repoblarla. La presencia de alguna fuente o manantial, -igual que en Santa María donde aún se conserva- junto a la tradición familiar de dicho nombre (Juan III Señor de Marchena, ajusticiado igual que el bautista en 1367, por Pedro I El Cruel tras la batalla de Nájera por su apoyo a los Trastámara, Juan II 1448-1471, padre de Don Rodrigo), podrían darnos más pistas sobre el origen de la dedicación del templo.

La impresión general del templo -declarado monumento nacional en los años 60 y que por sí mismo justifica una visita al municipio- es de una majestuosa sencillez mudéjar. Durante el siglo XV se amplió el edificio con las donaciones económicas de Don Rodrigo -destacado militar en la conquista granadina- y se ejecutó el majestuoso altar mayor con grupos escultoricos de Jorge Fernandez Alemán y pinturas de Alejo Fernández, creador de la escuela renacentista sevillana, este último intervino en el altar mayor de la catedral metropolitana. Su interés inicial por crear amplios escenarios pasó a un segundo término para centrarse en la figura humana y en la historia que narraba.

Aunque transformada con habilidad, se advierte cómo Alejo Fernández ha tenido a la vista la conocida estampa de Schongauer, el grabador alemán que tantos admiradores tuvo en la península. De ella procede la distribución general de los personajes, las actitudes de casi todos, la presencia de los montes en segundo plano. Además de su fama como pintor, recibió encargos de retablos tras su éxito en la catedral hispalense que se hizo pocos años antes del altar marchenero encargado en 1521 y culminado en 1533. Veremos que en muchas obras de arte las referencias a la catedral sevilana son constantes, pues los Ponce de León tenían un palacio en la ciudad y no solo estaban al corriente de las ultimas novedades artisticas de la ciudad y eran participes de ella. Por San Juan pasaron los mejores artistas de cada época y de cada disciplina.

Destacan las pinturas alusivas al dios-sol, siempre vinculado al agua, el bautismo -"Yo a la verdad os bautizo con agua para moveros a la penitencia”- o la degollación. Llama la atención una pintura del demonio, representado como una figura masculina y barbada, con el tradicional color rojo del pecado y patas de ave. Otra curiosidad, el altar tiene tallado en la base de sus pilares, la heráldica de los patrones y el libro de los siete sellos. Si hay un número mágico por excelencia ése es el siete. El libro de los siete sellos alude a la apocalíptica visión de San Juan en que vió los hechos del futuro. De nuevo, el secreto como arma. Los siete ojos representan la omnisapiencia. Los siete cuernos el poder que todo lo conquista. El conjunto con las siete iglesias y las siete trompetas, forman el andamiaje principal del la revelación.

Obra maestra resulta la cabeza de San Juan en alabastro, de escuela lombarda del siglo XVI, que estuvo colocada originalmente en la galería principal del palacio ducal entre las mejores obras de arte. En dicha colección había varias esculturas del norte de Italia, según Ravé. Las bolsa con monedas de Judas están en el primer plano del relieve de la santa cena de otro maestro sevillano Roque Balduque del retablo del Sagrario, a la izquierda y muy similar al altar mayor.

El conjunto del edifico se volvió a ampliar en torno a 1550, cronología confirmada por las cerámicas utilizadas para el relleno de las bóvedas de arista. La construcción de las naves laterales unió el espacio de las antiguas capillas funerarias, con arcos apuntados y originales pilares ochavados. La rica armadura de par y nudillo, con decoración de influecia árabe, mocárabes y almizates de elementos blancos y gran cantidad de formas geométricas, que cubre todo el templo, excepto el lugar más sagrado, el presbiterio, sigue la tradición mudéjar, muy tradicional de las iglesias marcheneras.

La torre viene a desmotrarnos como el edificio se fue haciendo poco a poco, aprovechando elementos anteriores. A Hernán Ruiz se atribuye la simplicidad geométrica de su diseño y la combinación de cerámica y labrillo, con elementos muy originales como la cubrición del chapitel con cerámica en forma de escamas o la veleta con el cordero apocalíptico. En la base de la torre se conservan aun vanos tapiados que nos indican cómo debió ser su aspecto primitivo. Las puertas mudejáricas -puerta Norte y puerta del Perdón- nos hablan de la pervivencia de costumbres y artesanos árabes con ladrillo rojo y amarillo.

La actual pila bautismal es del XVI y está justo enfrente de la primitiva capilla, a los pies del templo. Un espacio presidido por un hermoso lienzo procedente del palacio ducal y obra del pintor portugués Vasco Pereira, contemporáneo de Velázquez, por eso sus lienzos estuvieron expuestos junto a los del maestro sevillano en la exposicion conmemorativa del 400 aniversario junto a la cabeza del bautista.

Los trabajos escultóricos para la iglesia muestran el lujo y la importancia del templo a lo largo de la historia con destacables muestras de las escuelas más representativas.
La iglesia conserva una pequeña inmaculada de Alonso Cano, que seria el gran maestro e indiscutible primera personalidad de la escuela granadina del XVII, del que Pedro de Mena seria discipulo y ayudante.
Mena se inspiró para algunas de sus esculturas en tipos creados por Alonso Cano, aunque dandoles unas caracteristicas personales, ropajes con trazados rectos, mientras que Alonso Cano los preferia curvos y matizados: rostros ovalados de ojos rasgados y boca pequeña; machones de cabello lacio, nunca negro, pino castaño o rubio.... A menudo recurrio a procedimientos tecnicos efectivos (lagrimas y ojos de cristal, etc....) para acentuar la expresividad. En otro altar del templo se conserva un busto de Virgen de escuela granadina, que llama la atención por su peculiar llanto de sangre. Esta iglesia conserva la obra póstuma de Mena, una Inmaculada de gran tamaño también procedente del Palacio Ducal. Toda el peso fisico de la escultura se mantiene sobre la simólica luna, simbolo mariano, sobre el que gira a través de un mecanismo. También destaca una gran escultura de San José y el Niño del taller de Roldán, de 1700. También destaca el Cristo de los Peligros, del coautor del altar mayor Jorge Fernandez
El tesoro pictórico que forman los nueve lienzos encargados a Zurbarán en 1635, ha vuelto recientemene a su ubicación original, la sacristía. Destacan las telas de la Virgen y el Cristo aunque por motivos muy diferentes. Los tonos grises y la escasa iluminación del crucificado, del que destacada el leve toque de color de la sangre roja y el blanco del paño de pureza, contrasta con la dorada, serena y alegre luz de la Inmaculada, que parece sonrerir levemente en su belleza serena y enigmática. Santiago muestra la influencia de Rubens, tras la visita del maestro a la corte de Madrid, mientras que San Pedro se relaciona con el homónimo del mismo autor hecho para Lisboa.
El trabajo de Francisco Alfaro en la custodia de 1581 que preside las salas del tesoro, se considera uno de los primeros ejemplos del lenguaje clásico pleno del renacimiento andaluz. Maestro del oro y la plata, pero también del dibujo, el artífice de esta obra maestra cobró 1.793.000 maravedíes por este trabajo. En la custodia late Vasari, Juan de Herrera o Miguel Angel, y es mucho más avanzado que el de Arfe. Esta obra fue la primera de un modelo que luego repitió en Carmona y Ecija. Tiene tres cuerpos donde está reflejado todo el antiguo testamento, y la pasión de Cristo, mientras que en el espacio central se representa la degollación de San Juan.
El resto del tesoro se compone de 87 piezas de oro y plata de los siglos XVI al XIX, muchas donaciones de los duques o pertenecientes al palacio o la la vecina Santa María de donde destaca la cruz de Alfaro (1596, costó medio milón de maravedíes). Las piezas fueron hechos por maestros de Sevilla, Granada, Cordoba o Madrid. Se salvaron de la invasión francesa tras ser escondidas. También hay que destacar el trabajo en bordado.
El esplendor de la corte de los Ponce en el palacio tuvo su reflejo también en San Juan que se hizo notar en todo los campos, pero sobre todo en el musical, como muestra el que dos maestros como Cristóbal de Morales o el marchenero Juan Navarro fuesen maestros de la capilla musical del palacio y la iglesia. También destaca una importante colección de libros de coro, desde el la etapa mudéjar hasta la barroca, de gran tamaño e ilustraciones hechas a mano sobre pergamino por varios maestros entre ellos Francisco Sánchez.

Navarro fue maestro de capilla en Avila, y en Salamanca. Merece ser citado por sus 53 obras conservadas, tales como salmos, himnos, magnificat, antífonas marianas y como maestro de Tomás Luis de Victoria. No compuso misas ni lamentaciones por lo que no se le suele incluir en el grupo de los grandes, pero es un correctísimo polifonista alcanzando un altísimo vuelo expresivo en sus antífonas marianas, Alma Redemptoris y Regina coeli.

"De Morales, Guerrero y de Victoria que parece en su vuelo que aprendieron música en el Cielo", nos decía Bartolomé de Figueroa. Morales (considerado como el mejor polifonista de la escuela andaluza de la primera mitad del siglo XVI), vivió época de grandes innovaciones técnicas en el campo musical. Ingresó en la Capilla Papal de Roma (1535). Compuso una cantata con ocasión del tratado de paz entre Carlos V y Francisco I de Francia. Disfrutó de una gran fama no sólo en vida, sino que después fue parodiado por polifonistas españoles. En 2000 se celebró el quinto centenario de su nacimiento.
La materialización del gran legado musical de San Juan está en sus dos órganos históricos, únicos en su estilo y que junto a otros instrumentos de otras iglesias y parroquias de la comarca son el principal atractico de la academia de órgano que abre sus puertas cada septiembre. Gerhard Grenzing, uno de los mejores organeros del mundo calificó el instrumento construído por 1802 por Francisco Rodriguez para San Juan como “único en el mundo” por que conserva registros, metodos constructivos y materiales que en otros, debido a modas y reformas se han perdido. Además lo citó como referencia para una posible reconstrucción del gran órgano desaparecido de la catedral hispalense. El conjunto, "único dentro del panorama europeo" según Turismo de la Provincia de Sevilla, se completa con el otro instrumento construido por Juan de Echevarría en 1765. Los mejores instrumentistas de organo europeo han pasado por San Juan.
El legado musical se completa con la sillería del coro (1717), -la mayor obra artística del XVIII local- obra de Juan de Valencia y Jerónimo de Balbás célebre por su trabajo en la catedral de ciudad de Méjico, destacando el sillón presidencial policromado y dedicado a la Virgen, el resto de los sitiales está dedicado a un santo al igual que el facistol para sostener grandes libros corales, que está rematado por la figura de San Juan. El coro se cierra con una artística reja de los maestros marcheneros Juan y Cristobal de los Ríos. Las yeserías del trascoro es obra de Alonso Moreno, entre otros maestros, que trabajó en la fachada de San Agustín.

Huyendo del mundanal ruido
“La sombra se ha dormido en la pradera. Los manantiales cantan”. El lorquiano paraje de las tierras situadas alrededor del cerro del orégano es uno de los más bellos de la zona, tanto que parece creado para aquellos primeros frailes eremitas, que se reitraban al campo a meditar, huyendo del mundanal ruído. "Vuestras músicas vienen del alma de los pájaros, de los ojos de Dios”, decía el de Fuentevaqueros a los árboles.
Sobre la ladera del cerro de nombre dedicado a tan agradable hierba aromática, se observan lejanas llanuras, un mar de tierra y olivos, ante el que se imponen antiguas cortijadas del aceite y gran cantidad de pinos, encinas y cipreses, a lo lejos la torre de Santa María se asoma entre los árboles. Los cipreses siempre evocan un sentimiento antiguo y telúrico. Peinando el viento forman una hilera verde lúgubre que a veces grita
cuando el viento los convierte en sobrehumana arpa.

Aristocráticos y estirados elegantes y alineados parecen rendir culto al orden y antiguas creencias, seres del antiguo régimen. Uno se inclina levemente sobre el otro, murmurando algo sobre el canto celeste de los pinos, o sobre la humanidad de los pequeños olivos.Comparados con los sencillos olivos, los cipreses ,encopetados individuos resultan ser decorativos caprichos de la naturaleza, que solo tienen como fin, creer en Dios.

Una línea de tarajes muestra la presencia de un arroyo, los toros de carne pastan por las dehesas, que han permitido la conservación de la vegetación primitiva, mientras que las aves acuden a beber a una fuente. En primavera, la explosión de color hace que se pueda palpar tanta belleza entre las ramas de los floridos almendros, o en las flores que abundan por todos lados, y se note la espiritualidad a través de la naturaleza. "Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna, y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba", dijo San Francisco dando inicio al ecologismo.
“El hombre de estos campos que incendia los pinares, y su despojo aguarda como botín de guerra, antaño hubo raído los negros encinares, talado los robustos robledos de la sierra. Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares; la tempestad llevarse los limos de la tierra”. Parecía responderle Machado.
"Ruinas de Santa Olalla, alzada oración de olvido", dijo Antonio Salvago. Tampoco resulta extraño que un poco más allá se levanten aún las románticas ruinas de una antigua ermita, Santolalla (Santa Eulalia de Mérida virgen y mártir hispanorromana), dejando ver restos de muros y arcos y rodedadas de una curiosa planta de flores moradas. Los monjes franciscanos eligieron en torno a 1400 este lugar para construir el primer convento que se estableció en el municipio. Los frailes buscaron la belleza y fecundidad de dicho paraje, primero alojándose en unas pequeñas celdas y luego construyéndose la iglesia. "Todo camino es costumbre, camino de Santa Olalla, monacal y grave. Tallada a golpes de mansedumbre".
El patrón de los ecologistas tras una etapa de enfermedad, reflexiona y siendo rico, se despoja de lo material, se va al campo a meditar, se dedica a reconstruir iglesias y predica una vuelta al origen. Se enamoró de la naturaleza y que habló con embeleso de la hermana agua, del hermano sol, del hermano lobo, ("Ven aquí, hermano lobo!. Yo te mando, que no hagas daño ni a mí ni a nadie. El terrible lobo cerró la boca, dejó de correr y, obedeciendo la orden, se acercó mansamente), de la hermana alondra y predicó a los pájaros. Fue el antecesor del equilibrio entre el hombre y la naturaleza.
"Él cuida solícito de vuestro sustento, sin que vosotros tengáis que sembrar ni cosechar, y apaga vuestra sed con las límpidas aguas de los arroyuelos del bosque, y puso en vuestras gargantas argentinas voces con que llenáis los aires de dulcísimas armonías".
El convento, se levantaba sobre una suave loma, entorno bucólico y frondoso. Rodeado de pinos, almendros y olivos que cuando llegaba el buen tiempo daban a aquel enclave el aspecto de ser el mismísimo paraíso terrenal. Había cerca también un arroyuelo del que manaba agua fresca para saciar la sed de los quince frailes que cultivaban sus propias tierras sembrando y recogiendo el fruto de los huertos cercanos. Fernando Alcaide nos cuenta que primitivamente, el convento solo disponía del pequeño templo y una torre fortificada con las celdas de los frailes en su interior. Se conserva una ojival puerta de entrada similar a las de la iglesia de San Juan aunque de menor tamaño.

Se sabe que llegó a tener una de las bibliotecas más antiguas e importances de todos los conventos marchen eros, que Ravé describe como "fastuosas" gracias a la donación de 4000 libros por parte de los duques. Fue tan importante que la encuadernación y sus libros llamaron mucho la atención cuando finalmente fueron trasladados al covento dominico.

Los vestigios de Santolalla están repartidos por otros templos del municipio. El camino entre la ermita y el pueblo está rodeado de huertas y campos de labor. Por aquellos caminos sacarían en rogativas al Cristo del Pan, hoy en la capilla de la Vera-Cruz cuando había sequía. En la ante hornacina de Jesus Nazareno se conserva una cruz de madera con esmaltes con la inscripcion Sta. Olalla, aludiendo quizá al origen de la cruz. También la talla del nazareno procede de este convento, según la tradición.

Con este nucleo primitivo de la religión en Marchena se relacionan destacados nombres de hombres de religión como el teólogo cordobés fray Juan de Santa María, que lo fundó y fue primer vicario al que siguió el portugués fray Juan de Tavira, o el padre Santorcaz, uno de los primeros misioneros de Canarias que se alojó durante un tiempo allí. La tradición también relaciona al Fray Antonio de Marchena de la gesta colombina -buen astrólogo y entendido en navegación- con este eremitorio, sin pruebas escritas. Sin embargo sí se sabe que en este convento se formó fray Luis de Bolaños, -sombra y salmo, su mirada- que viajó a América en 1572 para hacerse misionero en Paraguay y primer traductor del catecismo al Guaraní, fundando la ciudad de Caazapá en 1607.

Con el tiempo, los franciscanos fueron adquiriendo prestigio social y pronto se convirtió paradójicamente en una orden nobiliaria -al menos en tierras andaluzas, por la extracción de la mayoría de sus miembros que incluyó también la creación de la tercera orden o franciscanos terciarios, compuesto por laicos que no se sometía al juramento del celibato.

La llegada de los franciscanos al municipio se produjo en 1498 con la fundación de Santa Clara, -entonces a 200 metros de la población- que se circunscribía al recinto amurallado, cuyo refectorio, celdas y claustro primitivo fue destruido en 1975 para levantar casas. La entrada al cenobio de clarisas se hacía a través de una pequeña portada con la inscripción "ego vos semper custodiam", -yo siempre os custodiaré". Se conserva la iglesia con una fachada del maestro alarife Nicolás Carretero (1773) y un magnifico altar del que destaca Santa Clara y San Antonio y las imágenes de la hermandad de la Humildad y la Virgen de los Dolores, (sale el Miércoles Santo) fundada en el convento de la calle San Francisco.

En 1530 se fundó el convento masculino franciscano dentro del municipio en la calle homónima, a iniciativa de los terciarios Diego Nuñez de Prado y su esposa Juana Blazquez, enterrados en la nave de la epístola. Los franciscanos fomentaron en su convento marchenenero la creación de numerosas cofradías penitenciales, entre ellas, la de Animas, Vera-Cruz (1533), la venerable Orden Tercera de Servitas o de la Virgen de los Dolores (1819), además de la del Señor de la Humildad (1820), vinculándose la tradición de la Semana Santa andaluza con ésta orden.

El convento sufrió tantos daños en la ocupación francesa, -fue usado como fábrica de salitre para hacer pólvora- que se desplomó en 1846 y sólo se conserva la capilla de la Vera Cruz con cuadros de Juan Bautista de Amiens y la anexa sala de audiencias de los juzgados con su armadura mudéjar.

El altar mayor de la Vera-Cruz (1729) es uno de los más barrocos de la localidad y alberga al Cristo homónimo, atribuido a Roque Balduque (en torno a 1533), sobre una cruz de plata, con decoración de elementos simbólicos como el sol y la luna. La Virgen de la Esperanza, ha sido la primera canónicamente coronada (2004) bajo su tradicional palio de plata. Los casi 600 años de tradición franciscana, la más antigua de la localidad sale de nuevo a las calles cada año, con la hermandad de la Vera Cruz con sus antiguas insignias y su carcateristica forma de estar.

"¿Adónde te escondiste /Amado, y me dexaste con gemido? /Como el ciervo huyste
aviéndome herido;/ salí tras ti clamando y eras ydo". La conocida riqueza de las bibliotecas de los conventos marcheneros, gracias a los donaciones ducales, vuelve a darnos sorpresas, como el hallazgo en 1993 de un libro manuscrito con versos y comentarios del Cántico Espiritual (1577) de San Juan de la Cruz, en el convento de clarisas de la Concepción creado a instancia de la madre Antigua. Junto al palacio y su capilla palatina de Santa María, se fundó el cuarto convento franciscano, con el nombre de la Concepción (1623) de clarisas franciscanas.

Además de ser el único que mantiene viva la tradición franciscana, es el único convento de clausura de la provincia que tiene una hospedería y el mejor lugar para alojarse en Marchena entre los arcos que soportan la historia, junto a la sencillez y la grandeza del ladrillo y a la sombra de la torre de Santa María, donde la paz se puede tocar.

Los Duques fueron muy aficionados a la obra de San Juan de la Cruz. De hecho en Marchena se han encontrado dos, el de la Concepción y otro en Santa Clara. En 1975 Guillermo García Valdecasas encontró otro códice gemelo tras la clausura de Santa Clara, cuando iba a ser quemado con otros obejetos y libros viejos. Fue rescatado y presentado en 1991 en el conreso internacional de San Juan de la Cruz de Roma.

El códice, realizado en pergamino, de 160x110 milímetros cobra más valor si tenemos en cuenta que el santo solo dicataba sus poemas y en un momento se difundían por copias manuscritas. Posiblemente este libro pertenecería a la Madre Antigua y podría haber estado entre sus enseres personales más queridos.

La relación de ambos manuscritos con Sor María de la Antigua, seguidora del patrón de los poetas españoles, es clara, pues en ellos se inspiraba. Sor Maria de la Antigua pertenece a la gran lista de escritoras religiosas españolas, junto a Santa Teresa de Jesus o Sor María de Agreda según opina José Vilahomat en “Sor María de Jesús Ágreda: La autoridad de la fe”(2004).

El investigador Luis Vazquez cree que hubo relación directa entre el poeta carmelita y la madre Antigua, que ingresó en el convento de Santa Clara y murió en Lora, con fama de santa, de donde fue traída al coro del Convento de la Concepción, donde aún descansa con fama de hacer milagros.

En las paredes de dicho coro y de todo el tomplo descansa el segundo tesoro de este convento, una colección de grabados, muchos italianos, entre los que llama la atención el de Adán y Eva de Durero,(1504) cuya importancia se está investigando actualmente, pero ya se conoce que es uan de las más importantes de Andalucía. Algunos autores consideran que el IV Duque (D. Rodrigo) fundó este convento en acción de gracias por haber escapado con vida de una rebelión popular en Nápoles, donde fue Virrey.

La colección de grabados pertenció a Guadalupe de Láncaster, Duquesa de Aveiro y donada al Convento por su hijo en la primera mitad del siglo XVIII. Además conserva obras de otros grabadores como Goztier, Glouwet o Bulfwir, maestros grabadores europeos de la época. Los grabados, en sus distintas técnicas, sober madera, sobre metal, con tiradas numeradas y limitadas y de carácter devocional fueron muy usados por la nobleza español, igual ocurrió con los libros.

Entre las pinturas destacan un óleo sobre cobre del siglo XVII, de escuela Flamenca y un retrato de la madre Antigua. La entrada al convento está enmarcada por una portada de azulejería siguiendo dibujos de Pacheco, maestro de Velazquez, donde se ve una Inamculada con el Rio Guadalquivir, la Torre del Oro y el puerto. La actividad económica actual del convento se alimenta en la elaboración de dulces muy apreciados en la localidad y fuera de ella.

La otra gran orden religiosa asentada en Marchena, (1570) construyó su templo de Santo Domingo o San Pedro Mártir rico y próspero, llegó a tener una cátedra de teología. Frailes de este convento fueron a evangelizar America o Filipinas o llegaron a ser catedráticos de la Universidad de Viena. El edificio fue definido por los cronistas contemporáneos como digno de un Rey, no en vano alojó a 200 soldados franceses durante la ocupación.

A los lados y bajo el altar mayor y por mandato del testamento del fundador se construyó el panteón familiar de los Ponce de León en jaspe rojo y negro. Aquí descansan el fundador D. Rodrigo, su hijo D. Luis Cristóbal, D. Pedro, Obispo de Badajoz y fraile dominico y D. Luis entre otros.
Grandioso es también el claustro con 25 metros de lado -hoy reconstruido- con cinco arcadas de medio punto o la escalera monumental, hoy en las dependencias del Casino, con influencia de Juan de Oviedo. Fechado en 1757 el cancel de madera de la entrada es uno de los grandes tesoros de la iglesia. La oración de la gubia sobre la madera deja formas imposibles de repetir a las generaciones futuras. Los escudos y los miembros de la orden llenan todo el templo de ecos de las oraciones. En las pilas descansa el agua que purifica.
El retablo de la Virgen del Rosario, patrona de Marchena es el más monumental (1760) . En el ático presenta una poco habitual talla representando el encuentro entre Santo Domingo y San Francisco. En otro altar es posible admirar una pintura de la Inmaculada del círculo de Francisco Pacheco. El presbiterio tiene una bóveda de crucería con pinturas murales mal conservadas pero de gran belleza. En sus paredes destaca un bello conjunto de azulejería de 1638, entre la que destaca un escudo de los Duques. En el altar mayor, de 1620, santos dominicos, con pinturas y esculturas de estilo renacimiento, presidido hoy por la imagen del Cristo de San Pedro.
Si los dominicios hicieron de este covento su instrumento para la predicación, encontraron en el Cristo de San Pedro, (hermandad fundada en 1556 ) una viva representación de la angustia y el dolor. La leyenda dice que dos jóvenes aparecieron en el convento con un gran cajón, que portaba el Cristo. Los dos jóvenes desaparecieron a pesar de estar las puertas cerradas, dejando intacta la comida y el pienso para los caballos dejando el Cristo en él. La talla del Cristo es del Siglo XVI, conservando aún parte del bello arcaísmo de reminiscencias góticas. La procesión de esta Hermandad en la noche del Viernes Santo es un verdadero museo en la calle, porque conserva valiosos enseres artísticos de los siglo XVII, XVIII y XIX.
Entre los enseres más destacables está la cruz con dosel del Cristo y su cruz de plata, una seña de identidad de esta corporación. Los bordados de los mantos de la Virgen del Rosario y de las Angustias, son dignos exponentes del bordado tradicional del XIX. Las antiguas sayas de la hermandad, al estilo tradicional marchenero, fueron resultado de la norma de procesionar con la efigie cubierta y fue sustituida a principios del siglo XX por su elevado coste. El palio de plata cincelada de la Virgen de las Angustias es otra reminiscencia de las tradiciones del XIX que esta corporación ha sabido conservar.
Liberar cristianos cautivos fue el objetivo de la orden catalana de la Merced que se estableció en la marchenera puerta de Osuna en 1537 con el nombre de San Andrés. En la iglesia destacan dos obras de Luis de Morales, la Piedad y un Nazareno, los frescos del coro, y pequeñas esculturas en marfil, procedente de la India y alabastro, de Sicilia.

Paraísos cercanos
El pantano y sierra de La Puebla es el entorno natural más interesante que actualmente se conserva en nuestro entorno más inmediato y supone una buena opción para aquellas personas que no tienen la oportunidad o carecen de tiempo para realizar un viaje más largo a otros enclaves serranos andaluces.
Siguiendo hacia el sur el curso del Corbones encontramos el pantano de autoregulación de la cuenca, construído en la década de los ochenta, ubicado en plena sierra sur sevillana, aunque apenas a 15 kilómetros de Marchena, por la carretera Marchena-Puebla de Cazalla. Supone el límtie natural entre el enorme llano de Sevilla y las serranías gaditanas y malagueñas.
Ascendiendo desde La Puebla de Cazalla obervaremos cómo el Río Corbones nos acompañará durante todo nuestro viaje, mientras poco a poco, las tierras se van haciendo cada vez más escarpadas y los olivos comienzan a alternarse con encinas, pinos y hierbas aromáticas de toda clase. Pero estas no son encinas cualquiera, estas son las encinas de Lorca. "Bajo tu casta sombra, encina vieja/ quiero sondar la fuente de mi vida/ y sacar de los fangos de mi sombra/ las esmeraldas líricas”.
La carretera deja justo al borde del pantano del Corbones, cuyas aguas inundan muchas hectáreas situadas entre los términos municipales de La Puebla y Osuna. La abundancia de las aguas nutre a muchas especies de animales y plantas. Es un paraje interesante para el turismo natural con varios proyectos de zonas de ocio. El recurso del pantano es aprovechado para los pescadores, que lo visitan con mucha frecuencia para ejercitarse en la práctica de la pesca deportiva. Puede resultar armónica con el medio ambiente siempre que se devuelvan las especies capturadas a las aguas.
Volviendo desde el pantano hacia La Puebla y tomando el primer desvío a la derecha encontramos la carretera hacia la pedanía ursaonense de el Puerto de la Encina. Esta carretera aunque no está en muy buen estado nos permitirá contemplar los más bellos paisajes de toda la serranía, con vistas de todo el pantano, además de municipios cercanos como Villanueva de san Juan, en cuyo término nace el Corbones.
Por esta carretera existen varios miradores naturales donde descubrimos la típica vegetación serrana, y una gran exuberancia de especies, sobre todo encinas, lentisco y pinos, además de una gran variedad de plantas aromáticas como, romero, tomillo y lavanda. Siguiendo hacia El Puerto de la Encina, nos acercamos a los picos de La Gomera y El Gomerón, dentro de término de Osuna.
Contienen en sus faldas bellos ejemplos de bosque mediterráneo. Podemos llegar a este paraje a través de una vereda pública, que nace en las últimas casas de Osuna o a través de la carretera Osuna-El Saucejo.

El enclave de La Gomera, ha sido objeto de una importante labor de deslinde de vías pecuarias que ha sido premiado por la ONU. Si hace pocos años estaba en manos privadas, hoy ya es parte de la red de caminos públicos andaluces. Merecen ser destacadas especies como el romero, la olivilla o el orégano, un tapiz vegetal donde la fauna, compuesta por rapaces como el búho real, el buitre leonado y el águila culebrera, encuentran un lugar ideal para su desarrollo.Además, la empresa privada ha construido un complejo de turismo rural, con alojamientos, restaurantes y zonas de ocio.

Por el camino, el terreno se va elevando y haciendo más escarpado y nos encontramos con arroyos como el del Peinado, con su bosque de galería, y con gran cantidad de hierbas aromáticas y especies naturales. Además, entre los dos picos de la Gomera y el Gomerón, reconocibles desde muchos kilómetros a la redonda, existe un lugar donde es posible observar buitres en estado natural, que vienen aquí a alimentarse desde el peñón de Zaframagón.

La furia del tiempo

La furia del tiempo no ataca a todos los espacios urbanos por igual. Aparece mucho más implacable en los lugares comunes, esos mudos testigos de la evolucion diaria de los que fueron y serán. Y siguen contemplando a los que hasta aquí vienen a intentar escaparse de esa implacable furia: las plazas, abiertas y generosas como una fruta madura; universo común, moderno foro y lugar donde reconocernos.

Si hay plazas que nos hablen de gentes y lugares esas son tres: la Plaza Ducal o de arriba, la Plaza nueva o del Ayuntamiento y la Plaza vieja, de abajo o del Padre Alvarado. Las tres rebosan de vida, a pesar de todo y ojalá así siga siendo por mucho tiempo, pues mientras nuestras plazas estén vivas, vivir en este lugar aún tendrá sentido. Las tres son un balcón o resumen del pasado y una esperanza de futuro.

"Cuatro versos de cal te delimitan/ oro, fragua e historia/ eres gloria de guitarras y bronces que dormitan". Hay que invocar versos de Antonio Salvago para que él nos revele cómo las grandezas y miserias de los marcheneros están escritas a fuego entre las medievales piedras de la nobiliaria, pero a pesar de todo sencilla Plaza Ducal. Durante cinco siglos, estas blanqueadas arcadas, estas columnas tímidas fueron sosteniendo las macetas de gitanillas, junto a la emoción o la tristeza por el desfile de las tropas del Duque, que partían hacia la guerra de Granada, hacia el intento de toma de Gibraltar o a proteger Cádiz de los ataques enemigos. Por eso a veces sus arcos simulan ser como ojos muy abiertos escrutando el tiempo.

Para testimoniar que verdaderamente existe la furia del tiempo que viene seriamente a cuestionar los cimientos del más firme de los sistemas, el edificio que durante muchos años dio sentido a esta plaza no está. El palacio de los duques, que se tardó varios siglos en construir y desde donde se regían los destinos de las vidas y cosas, fue destruído tras la ruína de Mariano, el Duque antinobiliario.

A finales del siglo XIX profética o simbólicamente, por desidia, ruina, falta de funcionalidad o quizá porque se dió cuenta que ya no servía de mucho, el orgulloso edificio se vino abajo en apenas diez años, como un viejo achacoso, dejando el recuerdo de unas ruinas del ducado. Desde el palacio Marchena se derramó irremediablemente colina abajo inundando todo de los sedimentos de su propia civilización, como una lluvia de sí misma. Grandiosas y viejas casonas, rancio abolengo, callejones umbríos, pretéritos imperfectos fueron sustituidos por pequeñas casas en calles anchas y soleadas con historias por inventar.

Sin embargo perdimos una de nuestras joyas arquitectónicas, góticos pasillos, patios platerescos y renacentistas salones llenos de joyas, obras de arte y recuerdos de las grandezas del pasado. La pobreza y la vida, que por entonces eran sinónimos, se adueñaron de tanto esplendor pasado, de tanta vanidad de artista, de tanto hijo bastardo, de tanta intriga palaciega y conjura de nobleza. Desde la antigua facha de palacio, del que ser conservas algunas murallas, ventanas y arcos, parte un pasadizo hacia la zona del parque, antiguo jardín, que conserva restos árabes.

Todo lo importante en el pueblo ocurría en la Plaza Ducal, las fiestas de toros, las representaciones teatrales, las grandes celebraciones, las representaciones de la pasión del Viernes Santo, o mandato. Gracias al mandato de Jesus Nazareno conservamos una de las pocas fotografías de cómo era el palacio. Un gran edificio de cuatro plantas con una portada monumental que, encaramado a la muralla sobresalía de todo el blanco caserío marchenero. Y gracias al mandato hoy podemos reivivir cada año, un trozo del pasado.
Un exvoto devocional de la capilla de la Vera Cruz nos muestra otra imagen de la plaza en el siglo XVIII, con el palacio en un extremo, el antiguo convento de Capuchinos -fundado en 1651-, también desaparecido, en su extremo norte y a los piés el edificio de las antiguas casas consitoriales (1713), que aún se mantiene. Alonso Moreno -quien trabajó en San Agustín- se encargó de construirlo al tiempo que remodelaba y daba unidad a todos los edificios de la plaza.

Tras la ruina del ducado, tanto el barrio antiguo, como la más bella plaza mayor de tierras sevillanas, fue poco a poco relajándose. El Ayuntamiento cambió de ubicación, y poco a poco, el duende de la guitarra y del arte gitano fue haciendo suyo aquel plácido aire de noches veraniegas y amores pagados. Allí nació el gran guitarrista Melchor -"gitano de cobre y sombra"- según Salvago- y durante muchos años ha sido el escenario de uno de los festivales flamencos más prestigosos, la "Fiesta de la guitarra" por donde pasan cada año los grandes genios del flamenco. Por encima del tiempo, la plaza conserva gran parte de su esencia original.

Mucho más transformada, la Plaza Nueva o plaza del Ayuntamiento ya no conserva los lienzos de muralla, ni la torre del reloj que existió hasta principios del siglo XX. La actual torre del Ayuntamiento, y su reloj "donde el tiempo se hace arena, cenizas los pensamientos", han heredado esta tradición de ser la plaza del tiempo.

Levantada sobre las ruinas del convento franciscano, el edificio del nuevo Ayuntamiento, levantado en los años 60 vino a sustituir el símbolo del poder que hasta entonces fuera la Plaza Ducal. Su antigua estampa era para algunos un poco triste y solitaria, sin demasida utilidad mas que para cobijar parejas de enamorados bajo los naranjos. Durante algunos años se celebraba el mercado y en uno de sus costados estuvo el casino liberal, con su teatro y sus compañías de Zarzuela, cuyas primeras actrices auxiliaban a los marcheneros en sus urgencias de amor.

Así que derribaron la muralla y la torre, que estaría sobre las actuales escalinatas. La nueva casa consistorial se ideó simbólicamente para unir a la vieja y la nueva Marchena, mirando hacia el este donde se levantaban los nuevos barrios, eso se dijo. También mirando al antiguo convento de dominicos que tiñe este espacio de luto en la noche del Viernes Santo y mirando la lejana grandeza pétrea de San Agustín.

Si Roma tiene piaza del Popolo, Marchena tiene plaza del Pololo, o plaza vieja, crisol del tiempo, adivinó Antonio Salvago. "Por cuatro arterias te afluyen mansamente sangre y tiempo". Para averiguar el origen del nombre lo mejor es entrar en el bar que allí existe y pedir una cerveza insuperable. El busto del Padre Alvarado -"el hombre sueña su sueño" según Salvago- le presta su auténtico nombre. El polémico filósofo personifica la pasional relación de los españoles con la poítica. Basta decir que los tradicionalistas erigieron este monumento en la plaza de San Juan, que fue arrancado durante la segunda república y restaurado de nuevo en esta ubicación en 1937. Dicen que lo que tiene en la sien es un tiro.

La plaza, que "desde el arenal, manando diligencias y emboscadas" busca el aroma agreste de las posadas, "olor a caballerizas, a cuero antiguo y malva" dentro del primer arrabal histórico fue principal entrada antigua en el municipio en los costados del antiguo camino de Sevilla. Hoy es ideal para tomar un aperitivo al sol, junto a las palmeras- ha heredado una tradición hostelera de siglos. En uno de sus frentes estuvo la casa de baños -hoy hostal- que atraía a muchos visitantes a principios del siglo XX. En la calle Mesones, se alineaban las casas de huéspedes o mesones. Los de los Caballeros y de la Fuente (propiedad del Hospital de la Misericordia), de la Fruta , de la Ventilla y de la Miel, que en 1713 y por el abundante trasiego de tropas con destino a defensa de Cádiz o el ataque de Gibraltar en la guerra de Sucesión, quedaban tan destrozados que el cabildo debía repararlos muy frecuentemente, según nos cuenta Juan Carpio. "Ya nos dejas cantando/ en la plazuela./¡Arroyo claro /fuente serena!”, dijo Lorca.

La fuente de la que tomaba el nombre aquel mesón era la de las cadenas, pero no la que hoy aparece junto a la antigua casa de baños con el nombre de San Antonio y la fecha de su construcción -1864-. Sino una con grandes caños y pilares para abastecer al ganado, y rodeada de grandes cadenas. En las fuentes se reunía la gente a hablar según este relato de Washington Irving. "Continuamente andan por la ciudad hombres vendiendo el agua que llevan en grandes cántaros sobre sus propios hombros o sobre las espaldas de sus borricos, son los que mejor y más pronto tienen conocimiento de cuanto acontece en las ciudades. Como que a la mayoría les gusta charlar, no dejaban de contestar ampliamente a cuantas preguntas se les hacían, acerca de las últimas noticias. Con lo cual ese pozo se había llegado a convertir en lugar de reunión de todos aquellos a los que interesaba más lo que sucedía en casa de sus vecinos que en la suya propia". Quizá la fuente sea el origen de la prensa del corazón y del cotileo.
También tiene esta plaza aire moruno, pues a la imponente presencia del Arco de la Rosa, que custodiaba un cuadro homónimo y que le daba nombre, hay que añadir los alfices y adornos árabes que aún conservan algunas de sus casas. Aún se conservan en torno a reste arco una de esas leyendas de amoríos entre cristianos y moras, que tanto abundan en los pueblos con restos árabes.

Además está la prolongación natural de esta plaza que es la plaza de la Constitución, con su improvisada parada de autobuses bajo los miradores sobre las murallas o con su fuente en el centro. Y más abajo, la avenida, así llamada por los marcheneros, por ser la más antigua, el Arrecife, -con su parque y su antiguo baño de los caballos, salida natural de manantiales. Allí estuvo la feria, pero también los teatros,-teatro Colón o cine Campoamor- y se celebraban los antiguos desfiles de carnaval, ya desaparecido. "Yo recuerdo muy bien el carnaval de Marchena, que era un señor carnaval, muy a lo vivo, con sus bailes de máscaras, y sus bonitos desfiles de carrozas por el "arrecife", carrozas de gatitas, y de ratones enjaulados y de aves del paraiso, y de hadas. Y con su ruletita en el Casino...", recuerda Luis Camacho.

Hay más plazas con solera, como la de San Juan, con ecos de campana antigua -La Calada, única que mereció un apodo y un poema de Salvago "aquí tu bronce o tu carne, no tu voz ya sabida" presidida por la mudéjar fachada de la iglesia, y algunas casas palacio destacables. A su izquierda está la Casa Fábrica, (1771) antiguo almacén eclesiástico y hoy biblioteca, un edificio lleno de barrocas líneas curvas dibujadas por Ambrosio Figueroa. Allí desemboca Doctor Diego Sánchez, la calle muerta que resucitó y mantiene los blasones en sus costados. Esta calle, esta plaza, este barrio es un lamento de piedra que está "naciendo y muriendo eternamente".

O la plaza de la cárcel donde se dan la mano la tradición cervantina y saetera con la casa más antigua, la del Ave María. O la de San Andrés, "nardos en los brocales, lunas en los parterres" antigua puerta de Osuna, presidida por la espadaña del convento y los restos del antiguo colegio de San Jerónimo. O la de San Sebastián, con la antigua ermita del otro arrabal histórico.
Pero más que leer sobre ellas, lo mejor que se puede hacer, es sentarse en ellas y contemplar con parsimonia, como pasa por delante la furia del tiempo, mientras nosotros intentamos retener en nuestra memoria esta sensación de tiempo detenido entre los azahares primaverales.

Estrellas en pleno día
“¡Oh torre vieja! Llora/ tus lágrimas mudéjares/ sobre este grave patio/que no tiene fuente”. Desde la torre lorquiana de Santa María -falsamente moruna y más que otra cosa renacentista y toscana según Ignacio Camacho- recorre las nervaduras y los contrafuertes de todas las iglesias marcheneras una fuerte tradición mudéjar de tradición árabe, que llegó hasta el siglo XVIII, tal y como ha investigado Juan Luis Ravé. Y de esta forma, si en el interior de una iglesia miramos hacia el techo es muy probable que veamos un prodigio de estrellas de caoba o pino, ribeteadas de cal, aunque estemos en pleno día. La armadura del salón principal de la casa fábrica construída hace pocos años, es la llegada a la contemporaneidad, de una costumbre -casi religión- que no ha querido dejarse vencer por los siglos de los siglos, -amén- y cuyo profeta es Diego López de Arenas.
"La mayor parte de la arquitectura realizada y proyectada por maestros locales tiene rasgos mudéjares" explica Ravé. Esta característica común está presente en la mayor parte de las iglesias del municipio, gracias a los gustos imperantes que marca una personalidad propia, entre los municipios vecinos y cuyas características propias son la flexibilidad, la sencillez de los materiales y su durabilidad. Y no solo en las iglesias, también se conserva en numerosas viviendas y almazaras.
Poco después de la conquista, en 1296 se conservaba el barrio musulmán en la marchena cristiana. La importante herencia constructiva islámica de la muralla había creado no solo un precedente sino todo un grupo de obreros especializados en determiandas técnicas de la albañilería. Los alarifes mudéjares continuaron trabajando muchos años al servicio de los Duques, necesitados de su pericia, pues no sólo había que reparar la muralla, de un pueblo en medio de llano, también reformarla para protegerse de los enemigos no solo árabes, también cristianos. Ponces y guzmanes protagonizaron una encarnizada guerra civil.
Y así, podría decirse que un grupo de obreros islámicos conservarían los conocimientos de sus técnicas constructivas y ornamentales hasta 1618, -cuatro siglos después- cuando el visitador del Rey indica que informado que en la villa "andan algunos moras y moros libres, que están rebeldes y pertinaces" señalando que también hay muchos otros esclavos, y pide que si no dan muestras de querer convertirse "sean echados desta villa".
Las puertas mudejáricas de San Juan nos muestran gran versatilidad a partir de un elemento tan sencillo como el ladrillo y en el exterior de toda la iglesia está decorado con almenas mudejáricas, iguales a las existentes en la mezquita cordobesa. Las portadas de San Andrés y San Lorenzo siguen el mismo modelo. San Miguel se construyó también en torno a 1528 tambien en este estilo- tras la gran expansión de este arrabal histórico. Una de sus portadas, hoy en patios interiores, también es mudéjar. San Sebastián también se inició por los mismos motivos y bajo el mismo estilo, aunque luego fue reconstruida tras el terremoto de Lisboa.
La armadura ochavada de la sala de audiencias de los juzgados, nos habla de la grandeza perdida del antiguo convento franciscano, pues a él perteneció. Su decoración deriva de la técnica nazarí y es semejante al usado en algunas techumbres del palacio, hoy en el palacio sevillano de la condesa de Lebrija.
Ravé nos habla del gran artesonado de San Juan, el más importante junto al de Santa María, que no se usa sobre el presbiterio, el lugar más sagrado, por no ser de tradición cristiana. La rica armadura de par y nudillo cubre el templo con una decoración exhuberante. Los motivos centrales son piñas de mocárabes inscrita en un octógono. En conjunto, una de las más originales y ricas de la época. También cabe destacar una amplia variedad de pilares soportes, columnas y semicolumnas, que no pueden verse en otras iglesias.
En Santa María sobresale su armadura ochavada en los dos extremos construida probablemente tras el terremoto de 1356 que afectó a la iglesia, como lo demuestra la inclinación de algunas columnas. Tampoco faltan elementos árabes en la fachada principal, que se compara con los templos góticos más primitivos de Andalucía. Pero el elemento más llamativo son las tribunas situadas a los pies que permitía a los Duques acceder a la iglesia desde su palacio, gracias a unas galerias altas sujetadas por arcadas.
Lopez de Arenas -nacido en el barrio de San Miguel en 1579 de familia relacionada con los alarifes que trabajan para el Duque- recogió en 1633 toda ésta tradición constructiva aprendida en sus años de formación marchenera y la plasmó en el único tratado que existe en España, de similares características. Después de trasladarse a Sevilla y establecerse en el barrio de Omnium Sanctorum fue nombrado en 1622 Alcalde Alarife del Ayuntamiento sevillano, en donde no olvidemos, los duques de Arcos, dejaban sentir sus influencias. Su responsabilidad era controlar y representar al gremio de albañiles.
Su meta, imitando a Juan de Oviedo, era ser maestro mayor de obras de la ciudad. Su obra recoge conocimientos de albañilería, geometría, carpintería y obras públicas. Participó en el grupo de expertos que asesoró a Felipe IV en su estancia en Sevilla. En torno a 1605 participó construyendo un altar para el convento de Portacoeli con los maestros Juan Martínez Montañés y Francisco de Pacheco. La obra de Lopez de Arenas ha sido reeditada en numerosas ocasiones hasta nuestros días y de ella aún encuentran los albañiles interesantes consejos prácticos.

Trío de ases
Desde la Plaza Arriba el viento trae la legendaria sonoridad de una vieja guitarra gitana, jugueteando por los cielos con voces como trinos. La vieja Tía Gilica, una cantaora a la que debemos un estilo por soleá, Juan el Cuacua o el Lico fueron los forjadores del misterio con Pepe el de la Flamenca.
Cuando la verdad se hace cante surge el misterio. Misterio de nuestra santísima trinidad flamenca. La autenticidad es una herencia que recibe el marchenero en la cuna, a través de la leche materna y del alimento primigenio que nace de la tierra, del campo, alfa y omega, principio y fin. Otra cosa es lo que haga luego cada uno con esa herencia.
Verdad son las cosas más sencillas, -una mirada, una calle, una primavera, un amigo leal, un amanecer, una luna de jueves santo, la alegría, la infancia-. Es lo que queda cuando se quitan las circunstancias y las excusas, las necesidades y los anhelos, el tiempo y la espuma.
El flamenco es hoy uno de los pocos territorios de auténtica libertad, porque es el lenguaje del alma que sale a borbotones, sin excusas ni intermediarios, cuando ella quiere. Es uno de los pocos campos donde alguien que nace con arte tiene su sitio aún si haber ido a colegios ni academias, aquí no te piden títulos ni certificados. Es una rama del arte en la que no se necesita nada. Ni métodos, ni estudios, ni técnicas ni filosofías, solo una guitarra, tener voz, tener arte y tener alma, no haberla vendido al diablo por el éxito.
Por ejemplo, para Melchor de Marchena, -gitano de cobre y sombra según Antonio Salvago- apóstol de la guitarra, Melchor Jiménez Torres (1907-1980) la verdad era un potajito con sinojo. De esta forma nos cuenta Luis Camacho, cómo expresaba su sentido de la autenticidad aquel broncíneo flamenco, que desde su señorío antiguo y superviviente aún escruta los límites del universo desde un balcón florido de la Plaza Arriba.
Lo dijo uno de los tres guitarristas de la historia del flamenco, a juicio de los críticos: -"Madrid, la gente, los teatros, los tablaos. Ná. To eso es ná. To eso no vale ná". Sentenció Melchor. "Lo que vale es una tarde en el campo, con dos o tres amigos, a la sombra de un árbol, con una botellita fresca de jerez y la guitarra al lado, y comerse mu despacito un potajito con sinojo".
Ese es el lenguaje de la verdad, que llega al alma, pasando por encima del cuerpo. Le gustaba poco hablar. Su lenguaje era la guitarra, un lenguaje claro, conciso y diáfano, valiente y entero, con adejetivos de siguiriyas, adverbios de bulerías, pronombres de tangos, silencios de soleá, y expresiones de alegrías. Así era Melchor, un guitarrista entre dos tiempos. Entre el tiempo de la guitarra como acompañante y el de la guitarra solista. Preferido por los Manuel Torre, Pastora Pavón o Antonio Mairena, los maestros del pasado de los que aún se podía aprender, los que “cantaban flamenco” en palabras de un maestro reivindicado además por los nuevos creadores.
“Madrid para ganar dinero", como él dijo pero Marchena es el lugar donde "mamó" la verdad. Una verdad de plaza arriba, plaza calé, donde no cesaban de cantar las gitanas antiguas, con susurros que se colaban entre las sábanas de las madrugadas de verano como el olor de una flor de gitanilla, acunándole entre sueños, nutriéndole con la verdad del cante. "A las cuatro de la mañana escuchando cantar, esas grandes mujeres, estas gitanas”...
Las gitanas antiguas "Hablaban a su manera y a mí me quitaba el sentío” decía Melchor. “Comprábamos en aquella época arrobas de vino. Cogía algún guitarrito” y a dejar salir a borbotones la verdad aprehendida a golpes de corazón. Entre la verdad y la humildad siempre hubo buenas relaciones, porque el que es grande no necesita decirlo: se le ve venir en su grandeza. “Todos son mejores que yo, todos son fenómenos. Pero mi arte me lo llevo yo conmigo”.
Hablaba poco, y solo en ocasiones destapaba el viejo tarro egipcio de las esencias. “A mí me duele horror cantando” decía refiriéndose a tal o cual cantaor que le gustaba mucho. Lo dijo de Manolo Caracol, “cuando canta él, saco cosas en la guitarra que no las sé”. Ahí está el duende entrecomillado, eso que han buscado durante siglos y siglos los críticos. La máxima expresión con el mínimo de palabras, la intuición por encima de la razón. Ahí está el “cantar puro y tocar puro” el arte de Melchor. Ahí está la verdad.
Varias décadas después de que Luis Camacho reivindicase que se hiciese un monumento a Melchor en la plaza arriba, con una botella de Jerez y una olla de potaje con sinojo, me sumo a esta petición. Tampoco es ajeno a los duendes su hijo, Enrique de Melchor, (cada siglo da Dios una cosa grande, y este siglo le tocó a él, dijo su padre), o su sobrino, hijo de Chico Melchor. Que son la nueva generación de melchores que aupados sobre hombros de gigante están llevando la tradición flamenca gitana marchenera al siglo XXI. Por cierto Enrique de Melchor - Enrique Jiménez Ramirez, Marchena 1950- el nuevo apostol de la guitarra compuso un tango llamado “plaza arriba”.
Enrique empezó a estudiar guitarra a los doce años, oponiéndose a la opinión de su padre. Estudió el repertorio clásico y aprendió flamenco por si mismo. Pronto tocó con Paco de Lucía, y le acompaña en gira a Japón y por en Europa. Después formó el cuarteto "Torres Bermejas", con el bailarín Manolete, Pansequito y Camarón de la Isla.
Con José Menese (1970) formó un dúo estable y destacado de la historia del flamenco. En su último disco ("Arco de las rosas" 1998), permanece fiel a su estética y parece acercarse, por su espíritu al estilo de supadre, consiguiendo obtener una síntesis entre forma tradicional y el lenguaje armónico y rítmico contemporáne.

Como de algunas calles de Marchena, cabe decir de Pepe Palanca uno de los profetas del fandango, (José Lebrón López 1904-1976) que su arte no está para el primero que pasa. Recorrer una calle, por muy bella que esta sea, con nuestra mirada prendida de cotidianas preocupaciones no ayuda a sentirla. Para llegar a su esencia hay que olvidarnos de nosotros mismos por unos momentos. Sentarse en un sardiné recién regado a tomar el fresco de la tarde de verano o primavera, para poder así sentir el olor de la dama de noche que se derrama inundándolo todo de su misterio. Así es Pepe Palanca, hay que pararse a escucharlo, como si estuviéramos con él sentados en un sardiné del barrio San Sebastián charlando plácidamente.
Como dijo Anselmo Gonzalez Climent, “Palanca, sin ser más jondo que Pastora, Aurelio o Chacón, es tan vertiginoso y sintético, verdad de a puño, que exige estar muy metido dentro del cante para disfrutarlo en toda su magnitud”. Es decir, se trata de un cantaor absorbente, de esos que se beben como una copa de vino, cuando verdaderamente se necesita “de un tirón”. Su popularidad en los años veinte, treinta y cuarenta fue auténticamente grande, siendo su fandango muy imitado por los aficionados en fiestas y reuniones.

Lejos de repetir esquemas de éxito, o de cuadricular el cante, su imprevisibilidad venía a cumplir una de las mayores condiciones del cante grande: el duende. De nuevo ese minúsculo e inexplicable sentido de lo inefable y eterno, donde viven las antiguas musas griegas del arte, aparece relacionado con otro cantaor marchenero “todo él madrugada para un simple quejido, quizá el verdadero”. De cante “áspero, tirado”, más que un estilo un temperamento. Tirado. Un gesto de la mano imperceptible y certero, una pequeña protesta en medio de la tradición como diciendo: "ahí queda eso".

Fandangos en Pakistán

Aziz Balouch era un joven, despistado y curioso estudioso de la música y el folclore pakistaní recién aterrizado en 1933 en España, maravillado por la leyenda de Al-Andalus cuando le llevaron a ver un espectáculo flamenco de Pepe Marchena, máxima figura del momento. Cuando lo escuchó cantar, algo muy profundo se removió en su interior al comprobar que la estructura y la raiz de la música de su tierra y la andaluza eran básicamente la misma. Sin embargo la música del país de Aziz era de uso sagrado, por eso no entendió que su hermano el flamenco estuviese tan degradado por aquellos entonces a capas sociales mal vistas.

Posteriormente, ya ante el maestro de maestros, éste le pidió medio en broma que cantase algo de flamenco. Y ante la sorpresa de éste Aziz comenzó a cantar una milonga con tal facilidad que José Tejada y su guitarrista Ramón Montoya, no lo creyeron posible. De tal forma eran similares ambas tradiciones. A raíz de aquel debut, pasó a ser discípulo de Marchena y conocido popularmente como Marchenita, grabando fandanguillos, malagueñas y colombianas.

Aziz descubrió además la herencia de Ali Ben Nafi Ziryab, músico y estudioso de los instrumentos, enviado por el califa de Bagdag al de Córdoba, que extendió un puente musical entre Al-Andalus y Pakistán, un enriquecimiento mutuo entre los dos extremos del islam que es una de las posibles raíces del flamenco, actualmente aceptada por muchos estudioso.
El pakistaní Aziz invitó a Pepe Marchena a ofrecer una serie de cantos explicativos en Karachi a donde acudió en 1961. Tejada quedaría asociado a la teoría pakistaní del nacimiento del cante flamenco, una de las posibles, entre otras, como la tradición islámica, rica en el uso de melismas. "Esos motivos, esas formas de tocar, los he oído en la música turca toda mi vida” dice el músico turco Omar Faruk, que trabaja actualmente fusionando música árabe de su país y flamenco, con artistas andaluces. Tanto Faruk como Aziz tienen un sentido sagrado de su música y vieron lo mismo en el flamenco.

A partir de 1950, Antonio Mairena y Ricardo Molina imponen su teoría de que los gitanos son los creadores del flamenco “integrando en ellos aquellas diversas tradiciones musicales que encontró todavía vivas en la abundante población morisca”. Según ellos, los gitanos le añadieron su sentido del ritmo y de la danza. Para G. Matos, el cante existía antes de los gitanos y para Blas Infante hubo una comunión entre moricos y gitanos, ambos proscritos y un intercambio de tradiciones musicales. «Ya es bantante significativo que moriscos y gitanos compartan los nuevos apellidos castellanos, como lo es el hecho de que aquellos lugares y enclaves donde hubo una mayor población morisca, sean, precisamente, en los que se asentó el mayor número de gitanos: Albaicín, de Granada, Las Alpujarras, el barrio sevillano de Triana, Lebrija, Marchena, Utrera ... y Jerez de la Frontera.»

Siguiendo el dicato del cante gitano y de un libro publicado por Antonio Mairena y Ricardo Molina, se establecieron dos bandos en el flamenco, los defensores del sentido gitano, que además buscaban exclusivamente la pureza, encabezados por Mairena y los demás que de alguna forma quedaron señalados como heterodoxos, a los que se culpabilizó de todos los males del flamenco. Y el mayor heterodoxo era Pepe Marchena, seguido de El Fillo, Franconetti, Chacón, Caracol, Vallejo y Morente, quienes de alguna forma quedaron apartados, marginados, discriminados.

Antonio Burgos compara a Tejada con Camarón. “Camarón volvió loco a los cantaores, como Paco de Lucía volvió locos a los guitarristas. Todos van por la rodada de su carro. Es exactamente lo que ocurrió con Marchena antes”. Como ha dicho Manuel Barrios, "para unos Pepe Marchena es la primera mentira del cante; para otros, su última verdad". Fue el primer heterodoxo del flamenco y protagonista a su pesar de un debate eterno hasta el punto de ser definido como el cantaor más controvertido de la historia. En los últimos años se impone una unión de ambas corrientes y muchos grandes maestros reivindican la figura de Tejada.

Ahora sabemos que pueden convivir acercamientos distintos al flamenco y distribuirse méritos desde la justa ponderación, sin prejuicios. El 2004 fue el año del centenario de su nacimiento y de su pública restauración. En un acto celebrado en Barcelona, organizado por la sociedad de autores Enrique Morente y Ortiz Nuevo presentaron al maestro como un genio maldito, un Dalí del flamenco "poderoso, tierno, excesivo (…) también algo disparate, surreal, vehemente, sutil, creador…"

Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi vida es el entierro de Pepe Marchena, José Tejada Martín. (1903-1976) con el ataud flotando sobre una multitud de cabezas por la calle que hoy lleva su nombre.

Con sus luces y sus sombras, -modernidad y tradición, creación, y adaptación, sobriedad y extravagancia-, atesora todo un universo con la marca indeleble de una fuerte personalidad que durante 50 años hizo suyo el cante. Si Melchor recibe la herencia del cante de la plaza arriba, Tejada supo cual iba a ser su destino mientras guardaba ganado entre los encinares de Montepalacio: el amplio paisaje marchenero le entregó su libertad.

El se sintió libre, para después de ascender una escalera de pequeños concursos en pueblos perdidos, autoerigirse en el primer rey flamenco, maestro de maestros que conquista todo tipo de públicos y toda clase de corazones. En cuanto a su proyección pública, trascendió del ámbito flamenco y se convirtió en estrella cinematográfica, protagonizó tres películas. Se convirtió en empresario de espectáculos flamencos. Se codeó con actores de Hollywood, reyes y reinas.

En muchas obras alternó la actuación teatral con el cante. Fue el primer flamenco en hacer giras por sudamérica, actuando además en el norte de Africa, Pakistán, Israel y varios paises europeos.

Entendió la imagen pública del cantaor como un gesto diferencial, y de reafirmación, tras huir de la miseria. Sacó el cante de su cauce natural, para lograr que otras latitudes y otras gentes se interesaran por él. Tuvo vocación universal y alma de pueblo. De su pueblo. No adoptó maestros ni modelos sino que creó el suyo propio. Inventó un nuevo palo, la colombiana y puso de relieve los cantes de ida y vuelta. Creó una escuela de imitadores que aún continúa, como un Elvis flamenco.

Un Tejada que está en la memoria colectiva de media España. Todo el mundo recuerda las letras de sus cantes, que es lo mínimo que se le pude pedir al máximo exponente de un cante popular como el flamenco. Que sea de la calle. Y Tejada lo era. De la calle Arahal, barrio de San Miguel. Marchena.

Por todo ello, su pueblo le ha dedicado una estatua de bronce, y ha colocado una placa en la casa natal del artista, en la calle Arahal. Tampoco hay que olvidar el club Pepe Marchena, donde estuvo su capilla ardiente y donde se recogen sus fotos. Marchena cuenta con con su tradicional Festival de la Guitarra, que se celebra en la palza arriba cada mes de julio. Destaca el Concurso Nacional de colombianas el Certamen de Saetas, la Asociación Arte y Compás, la Peña Flamenca, o el grupo El Roete, repletas todo el año de actividades y de gente dispuesta a dar una explicación certera de la historia del cante en este pueblo.

Memorias de pasión

Desaparecidos, los duques, las órdenes, los siervos, las disputas entre ordenes religiosas, la grandeza y los palacios, las servidumbres y los vasallos, las circunstancias, las piedras y los siglos. Qué queda de toda aquella grandeza, qué para poder reafirmarse en su esencia ante la furia del tiempo, qué argamasa une las piedras de nuestras distintas formas de ser. El marchenero de la arena y del viento, el del asfalto y el papel cuadriculado, el que se fue a la orilla de la supuesta modernidad, el de un lado y el de otro. El de hoy, el de ayer, el de siempre. Ante la vida y la muerte. Qué queda hoy de todo lo que fue, que pueda tocarse con las manos: la semana grande.

Si el tiempo personificado, hubiese ordenado a sus herederos en esta tierra, que cuidasen de este hijo suyo que es el rito primaveral, no hubiesen puesto mayor empeño en cuidarla y transmitirla intacta. Conservad sin alterarla, la flor, el secreto de esta tradicion. El tiempo puso sobre los hombros todo esa cultura. Marchena la recogió y la hizo suya, más allá de esquemas, estructuras y condicionantes, de poderes, terrenos o no, y organizó todo a la perfección para custodiar este nuestro ultimo tesoro impoluto. No tocar esta tradición, que es asi. Inmutable. Lo único que no cambia, mientras todo se desvanece.

Reloj, calendario, vara de medir, medida de nuestra actitud frente a la vida. Punto de inflexión y distancia con nuestra propio yo, individual y colectivo. Si hay algo en este reencuentro con la primavera, que no esté en otros días, eso es el tiempo pasado, que a través de los que fueron salen a la calle a buscarnos para llevarnos de su mano como a niños.

Algo misterioso y telúrico llama a las puertas de nuestra infancia, del alma colectiva y nos hace ir cada primavera en pos de la secreta fragancia del azahar, que es como el aroma de la memoria. Algo que tintinea como los caireles del los palios, o algo que truena como temblor irresistible de piel de tambor. Como un aldabonazo en nuestras conciencias que indica que el tiempo ha llegado, la primera luna llena de la primavera ha llegado, y las sombras han llegado sobre la cal recién puesta. Ha llegado el tiempo sin tiempo.

No hay tiempo. Viernes Santo, mediodía, almenas, Cantillos y un ondulante aletear morado de mirada humana sobre nuestras cabezas. No hay tiempo, solo un imperceptible ruido sordo de centro del universo, de giro de pequeño planeta ensimismado en sí mismo.

Rito de la primavera, aprendizaje, despertar a la vida. Se empieza jugando por los pasillos de la niñez con estampas, se continúa en las cruces de las plazuelas de mayo, robando flores a abril para ponerla en una caja de cartón, junto a una tela, cuatro cirios y una postal. Se continúa descubriendo el misterio en lo oscuro de las altas bóvedas y espadañas, limpiando plata, haciendo recados. Se pone uno de largo ante la muchedumbre de vencejos del Arco de la Rosa bajo los pasos de San Juan o triunfo de la Santa Cruz, o en una banda de música. Y se culmina el recorrido ya en la madurez ordenando con cariño y decisión frente a un paso, ciñendo la humilde corona del costal, o bordando con la palabra alamares en la madrugada de lo mudéjar.

Alejada de las grandes corrientes comerciales e intrigias catedralicias, aquí se conservó y se puede aún acariciar la autenticidad de plata en el palio y en la cruz de soles, lunas, anclas y conchas marinas. De cardos y doseles, de moleeras, de viejos dardos que se clavan en la pasión, de mandatos y nardos.

Torres, espadañas, calles, plazuelas. Arquitectura que de pronto se consuela y se sabe protagonista por un día. Plazuela de la amanecida ternura, calle del claustro abandonado, espadaña de la la luna de marzo, torre de las lágrimas, cancel de la angustia, de la muerte y de la vida, arcadas de soledad enclaustrada. Esos son sus verdaderos nombres. Todo encaja, pues para ésto fue hecho, para que este pueblo estrene su pasión nueva cada año.

Ritual de hermandad

Socialmene, la hermandad es algo que une profundamente en torno a la vida y la muerte.
Muchos se inscriben casi al poco tiempo de nacer, suele ocurrir en Domingo de Resurreción. Es entonces cuando Marchena -en una costumbre nada común en otros lugares- abre sus puerta de par en par y una muchedumbre recorre iglesias y capillas, para compartir experiencias vividas la pasada Semana Santa y coger un recuerdo, una flor, una fotografía, tomar una copa o un dulce a cambio de un pequeño óbolo. La hermandad necesita fondos y manos para continuar su labor, que va más allá de una semana al año. Cada una de las siete corporaciones ronda los mil hermanos, existen tres centurias romanas y cuatro bandas.

Los grupos de jóvenes, mujeres, coros, bandas, centurias romanas, costaleros, priostes, floristas, bordadoras se reunen casi todo el año en viernes en la casa de hermandad para preparar cualquiera de los compromisos que tiene la hermandad, desde certamenes de bandas, hasta presentaciones de carteles y revistas, charlas, conferencias, actividades de formación, obras de caridad, academias de saetas, o el simple y cotidiano mantenimiento de enseres, montaje y desmontaje de los pasos, actividad que se acentúa con la cercanía de la cuaresma.

Las reuniones de hermandad vienen de antiguo y son, como dijo Luis Camacho, “el alma toda del pueblo”. Entre cuatro paredes encaladas, sillas de anea, lunas de bizcochos y ajonjolí líquido, se reunían nuestros abuelos para, en torno a las saetas metafísicas hablar de todo lo relacionado con la hermandad.

Pero la reunión principal es la -jandosca- o comida de hermandad costumbre también muy antigua, para la cual existía incluso una vajilla propia con el nombre de la corporación, incluso existía la costumbre de preparar algunos platos que se consideraban en determinadas épocas, propios de estas reuniones, como el arroz con miel.

Una tradición única en Andalucía es la de los enterramientos comunes. Hermanos para siempre, unidos más allá de la vida. Antiguamente cada hermandad tenía su propia capilla en las iglesias, donde cumplía lo establecido en las reglas de dar enterramiento digno a cada hermano. Cuando se prohibieron los enterramientos en las iglesias, en el siglo XIX las hermandades continuaron clandestinamente haciendo uso de esta costumbre, hasta que decidieron construir sus propios panteones en el cementerio. Fue pionera el Dulce Nombre que lo levantó en 1912. Para poder ser enterrado en ellos solo es necesario estar inscrito a una hermandad. Los adornos son austeros e iguales para todos.

La rivalidad entre hermandades ha sido inmemorial, puede incluso ser heredada de la época de su fundación por parte de las órdenes religiosas (siglo XVI). Franciscanos, jesuitas y dominicos, junro al cabildo y la casa ducal hacían cada año una escenificación del poder con ocasión de las procesiones, sin que faltasen discrepancias. Fueron numerosos los pleitos entre hermandades, algunas por constatar su antigüedad, otras por la preferencias de paso, o por el lugar de su capilla. Hasta el punto que la expresión “juntarse el Cristo con la Soledad” -dos hermandades que antes salían el Viernes Santo-, es sinónimo de llevarse mal. En esta rivalidad, cada hermandad intentaba sorprender con un nuevo paso, o un adorno, más señorial y bello.

Otra tradición única es la del mandato de Nuestro Padre Jesús el Viernes Santo. En la antigua plaza ducal, centro de poder, se escenefica cada año, desde hace siglos la pasión de Jesús. Los tres pasos de la hermandad, evolucionan por la plaza ante la narración del párroco de los hechos de la pasión. Participan la verónica o los soldados romanos, que luego se incorporan al desfile procesional.

Aquí los enseres procesionales más antiguos están aún incorporados a los pasos, palios de plata del siglo XIX, cruces de plata con símbolos del sol y la luna, doseles de tela bordada tras los cristos en símbolo de majestad, piñas barrocas del XVIII para elevar las imágenes, junto a toda clase de objetos devocionales se incorporan aún al discurrir de la pasión por las calles. En esta solera antigua rivalizan aun las hermandades de la Soledad, Cristo de San Pedro y Vera Cruz.

Las “moleeras” de la Soledad, el Sábado Santo es el culmen de la tradición única de la saeta antigua de Marchena. Las saetas marcheneras, -de las más antiguas que se conservan hasta el punto de llegar a decirse que en Marchena nació la saeta- con estilos propios y únicos, son tan arcaicas que constantemente se han comparado con cantos sacros de árabes y judíos. La tradición saetera se transmite hoy en la primera escuela de saetas andaluza, que creó 1986 la Hermandad de la Humildad (Miércoles Santo) ante la evidencia de que se estaba rompiendo la forma tradicional de trasmisión oral de padres a hijos.

La Soledad perdió la costumbre de realizar el descendimiento de la cruz, en la Plaza Ducal, en donde una imagen articulada era introducida en un sepulcro, para posteriormente procesionar la imagen del cristo yacente. Era esta probablemente, junto a la de Jesús Nazareno, la más importante de toda la semana mayor, en el XVII. Recorría unas cinco iglesias, en la última se celebraba un figurado entierro de Cristo, que aparece así anotado cada año en los libros parroquiales de San Juan y el domingo de resurrección, volvía al templo de partida, Santa María portando la imagen de un resucitado, nos cuenta Vicente Henares.

En la procesión participaban 370 disciplinantes,(1617) lacerándose hasta hasta verter sangre, -auxiliados por lavadores-, grupos de mujeres, niños vestidos de ángeles portando escenas de pasión, demandantes pidiendo limosna, grupos de música de capilla, junto a los niños de coro de San Juan y música de ministriles. También se perdió la imagen del muñidor, que avisaba por las calles con una campana a los miembros de cada hermandad de alguna muerte, o reunión importante, haciendo sonar un toque característico según la hermandad según Henares.

Todo lo relacionado con la Semana Santa es para el marchenero especialmente querido, sus manifestaciones se recogen en revistas especiales y en medios de comunicación, se organizan todo tipo de actos de exaltación, para estos días las casas se engalanan especialmente, se preparan recetas especiales y se adquieren los mejores trajes. Llegan desde lejos los emigrantes y los comercios de restauración hacen su agosto en abril. Ha sido declarada de interés turístico nacional e incluida en numerosas rutas. Recogiendo la tradición de las milenarios celebraciones del renacimiento primaveral, que subyace de forma subterránea, la Semana Santa es la fiesta más importante para el marchenero.

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