Luzuy
Aquella tarde de septiembre, Luzuy acudió a nuestra cita caminando sensualmente, con una pequeña falda vaquera que mostraba sus largas piernas, una insinuante blusa lila, un infantil broche que le sujetaba el pelo rubio, una apatecible sonrisa guardada en las comisuras de sus labios, y un secreto inconfesable en su alma de estrella, de centro del universo.
Con su engañoso aire de niña desvalida me propuso ir tomar zumo de tomate a un café y allí me mostró algunas fotos de su reciente viaje a Atenas, delante de algunos kuroi de aquel museo arqueológico que te dejaba por dentro la sensación de haber por fin emprendido el vuelo en medio de la luz y del mar, o junto a algún moreno ateniense de pelo largo que se le insinuó y ella se negó.
Me preguntó enfadada porqué no nos habíamos visto en los últimos días y yo le mentí afirmando que había estado muy ocupado, sin embargo, ella no había ido hasta allí para oir excusas, tenía algo
que decirme.
-Juan, he terminado con Israel-. Me dijo.
Yo sinceramente, me alegré porque eso me dejaba de nuevo alguna posibilidad con ella, que se negaba a ningún otro tipo de relación mientras estuviese con alguien. Yo apoyaba su decisión de ruptura con los argumentos más variados. Ella ilustró su indecisión enfermiza, evocándose a sí misma de niña frente a un kisoko de chuherías, siendo increpada por la tendera, después de un buen rato cambiando de apetencias, para que volviese cuando tuviese las ideas más claras.
-El me dijo que yo no sé lo que quiero y es cierto, pero él tampoco sabe lo que quiere, y lo que es peor, no sabe lo que siente.
La ruptura, surgió como una chispa, cuando él la invitó a que conociese a otros chicos en Atenas y ella, lo tomó como una falta de interés o de romanticismo, y como una prueba de que él no tenía el mayor interés en profundizar en una relación que hasta ahora había sido espasmódica y esporádica. La separación se terminó de fraguar en el justo momento en que ella cortó la conversación telefónica en la que él le decía que no podía ayudarle a reparar el coche que se había averiado y la había dejado tirada como una colilla junto a la autopista, cuando volvía de estar con él.
-Me alegro de haber terminado, pero siento una pena muy grande en mi corazón.
-Estábais justo en ese momento. El de entra o sal de mi vida, dije yo.
Tras la ruptura, Israel. el amante de Luzuy comenzó a perder los papeles y de repente la llamaba en las situaciones más inimaginables, llegó incluso a hablar de boda, y se veían a escondidas en los pueblos vecinos, pues habían acordado llevar su relación en secreto para no dañar a algunas amigas de ella, con las que Israel también había mantenido relaciones breves y que no estaban al tanto de lo que ocurría con Luzuy, y que con total seguridad se enfadarían si la viesen aparecer de repente cogida de la mano con su ex amante.
Entonces, el aspecto aparentemente desvalido e inseguro, de Luzuy produjo algunas situaciones surrealistas, como aquella en la que estaban los dos amantes dentro de un coche en las tareas propias del amor, cuando la llamaba aquella amiga de afán protector, que tanto carácter tenía, para gritarle por teléfono que dónde estaba y con quien, que si ya estás otra vez con ese tío que llevas diciéndome dos meses que vas a abandonar y nunca lo dejas, -mientras Luzuy siempre tan educada y correcta le decía, cálmate por favor que no es bueno para tu embarazo- pero ella seguía diciendo que si ese tío se está aprovechando de tu inocencia y de tu indecisión...-maldiciendo el día en que ella se casó, pues podría estar ahora dentro de un coche con un desconocido y sin embargo, estaba ahora muerta de envidia gritando a una amiga porque hacía lo que ella quisiera hacer- ....pero espérate que te paso a mi marido. Y el marido empezaba a gritar también diciéndole que le iba a partir la cara a ese tío, porque quizá en el fondo, él estaba también enamorado de Luzuy, mientras Israel se acercaba para intentar oir lo que hablaban y ella lo sujetaba con el brazo para que no lo hiciese.
Mucho mas engorroso, por la confianza que Luzuy tenía con él, y con su esposa, fué la forma en que empezó a comportarse Toni, -amigo de la infancia, compañeros de colegio- que trasladó equivocadamente a su vieja amistad, la pequeña o gran trifulca de su matrimonio, como un errado campo de batalla, en una estrategia de celos o quizá en una necesidad desesperada de cariño.
Mi niña, llamaba Toni a Luzuy, incluso en presencia de su propia esposa, que traducía esta expresión con un mimo de un hermano a su hermanita pequeña, y efectivamente así era tomada por todos, excepto para el que la pronunciaba. Poco a poco se fue convirtiendo para él en una especie de sortilegio contra el aburrimiento de su matrimonio, y en su mente fue creciendo la idea del amor, el encaprichamiento, la obsesión o el refugio en su antigua amiga, y no ocurrió nada hasta que este sentimiento pasó a las manos, y de las manos del proyecto de amante, a los muslos de Luzui. De los muslos de Luzui a su manos y de las manos a la mejilla de Toni en forma violenta de bofetón, y luego pasó a los amigos comunes que se reunían en la playa en las barbacoas de verano, en forma de rechazo a este tipo de actitudes. En el futuro todos rehusarían provocar este tipo de encuentros de que podían dar pie a situaciones no deseadas. Máxime cuando la mujer de Toni contaba a Luzuy el tamaño exacto de las grietas de su matrimonio y le pedía consejo, a la misma persona a quien su esposo le pedía amor.
Otra mujer más malvada hubiese sido plenamente consciente en ese justo momento de que podía manejar a su antojo otras vidas a su alrededor, como en la danza de una galaxia. Si no fuese porque se trataba de ella, diría que Luzuy sin lugar a dudas es una mujer fatal. Una mujer de esas que hace perder los papeles a algunos hombres. En una escala mucho más ínfima quedaban otros satelites de aquel universo, vagantes pedruscos sin brillo propio que solo alcanzaban un pálido reflejo de la luz de Luzuy al acercarse a ella.
-No se qué necesidad tienes de este tipo de situaciones, pudiendo tener una relación más estable a tus 30. Y más con la cantidad de pretendientes que llevas detrás. Le dije pretendiendo escrutar su alma.
-Ya pero entonces mi vida sería más aburrida, Juan. Respondió Luzuy.
Justo entonces creí entender el alma de aquella mujer, el signo de la mujer de nuestro tiempo, hijas del machismo, pioneras de la libertad, queriendo divertirse, queriendo jugar con fuego, pero sin quemarse, siendo independiente pero en apariencia frágil y necesitada de ayuda, queriendo a un hombre a su lado, pero sin renunicar a la amistad sincera de más hombres o mujeres.
Poco después paseé con ella por calles y plazas del barrio antiguo abrazado por murallas, y fuimos a sentarnos en una plaza abierta y ancha a tomar cervezas. Fue entonces cuando sonó su teléfono móvil y ella lo cogió como si quemase sabiendo que era su amante. No quería responder. Habían terminado, yo le ofrecí ponerme, pero ella rehusó.
Luego Hablaron un buen rato, el quiso hablar conmigo, pero ella también se negó, y de repente, Israel, amante de Luzuy se materializó en aquella plaza, apareció junto a nosotros ante el asombro de los dos. Fue un buen golpe de efecto que abrió de nuevo de par en par el corazón de ella. Ambos pensábamos que estaba en una lejana ciudad, pero en realidad había estado observándonos tras un árbol de la plaza, mientras nosotros estabamos allí sentados a un metro de él, seguramente divertido al ver nuestra reacción ante su llamada.
Luzuy e Israel se fueron caminando por la calle mientras yo me quedé allí solo en la mesa tomando cervezas, y viendo cómo se escapaba el universo en el que yo deseaba entrar de la mano de un amante obstinado e inteligente, que una hora antes yo creía desaparecido para siempre. Entonces comencé a pensar en Carmen, ¿dónde tendría apuntado su teléfono?.