Rosa
Rosa
La noche estaba realmente muy fea el día que dimitió Anguita. Era el fin de algo. Lloviznaba, había niebla, viento, mucho frío y las nubes rozaban las antenas de los tejados. Las nubes estaban iluminadas por los haces de focos rojos y blancos de los monumentos, que daban al cielo un aspecto fantasmagórico. Las calles estaban desiertas. Era diciembre. Un leve olor a aceite y orujo impregnaba toda la ciudad. Los dos amigos entraron en un bar, bebieron, fumaron y conversaron.
-El otro día fuí al concierto de Silvio, el rockero. Contó él. Como siempre, más borracho que una cuba.
-No sé cómo paga la gente por ir a verle-repuso ella-.
-Esta vez fue peor. Lo subieron a escena entre cuatro personas. Se puso a fumar y dijo que no iba a cantar. Luego me fui a un bar con un amigo. Y ¿qué crees que nos pasó?.
-No sé -ella abrió sus enormes ojos negros y acarició a la perra Momo con más énfasis-.
-Cuando ya nos íbamos a casa se nos acercó un gitano, algo ebrio, pero simpático, pidiendo tabaco y se lo negamos a pesar de que teníamos.
-¿Porqué?.
-Pues no sé, estábamos un poco borrachos. Quizá por miedo. Pero ahí no queda todo.
Ella cogió un cigarrillo, lo encendió y le dió una calada honda y se dispuso a escuchar.
-Pasó que el gitano, miró al bolsillo de mi chamarreta y descubrió un paquete de Fortuna enterito.Yo pensé que reaccionaría de otra manera pero lo que hizo fue que comenzó a largar un rollo sobre que hay que ser buenos, que hay que dar, que compartir, que si le hubiera dado tabaco, le hubiese tenido como amigo...
-¿Y tú que hiciste?.
-Pues le pedí perdón, pero ya se puso pesado, repetía lo mismo una y otra vez hasta que aparecieron tres amigos del chaval con el que yo iba, compañeros suyos de la Universidad que habían venido para hacerle una visita de fin de semana.Comenzaron a contar chistes y películas y enseguida conectamos. De repente todo se volvió placenteramente surrealista. Eran las cinco de la mañana de un sábado y estabamos en medio de la calle cantando bulerías yo, mi amigo, los tres amigos de mi
amigo, y el gitano del tabaco.
-Jajajaj. Pues si. Visto de esa manera.
-El gitano no había cambiado de conversación en la última hora, y se puso a hablar con el de Cádiz, y le contó la anécdota del tabaco. De repente el gitano le dijo al de Cádiz "no me digas que tú eres
de Rota, pues yo soy de La Línea". Y ambos se dieron un efusivo abrazo como si estuviesen en Alemania.
El de Cádiz me quitó el poco tabaco que me quedaba y empezó a repartirlo. Total, a las seis de la mañana la improvisada juerga flamenca se dispersó, porque los de fuera tenían que tomar el
autobús y el gitano se tenía que ir a trabajar, por lo que nos dejó en paz, pero sin tabaco.
-Oye, nos vamos a ir que el camarero nos mira con cara de enfado. Explicó ella.
Salieron del bar y se dispusieron a pasear por la carretera.
Continuaba soplando el viento. Ella contó que hacía poco le habían dicho que tenía un aura muy positiva. Era la primera vez que me decían algo así.
Para entonces ya estaban sentados en un sardiné, cerca de la carretera. La noche tiene misterio -dijo ella-. Yo creo que la gente tiene energía positiva o negativa.
-A mucha gente le gusta creer que tiene una determinada aura o facultad.
Eso les ayuda -replicó el otro-. La fe mueve montañas.
-Más que la fe en una religión, creer en algo. Hay que creer en algo. En
lo que sea. En el hombre, en la mujer, en la religión o en unas tetas.
El la había echado de menos. Hacía un mes que no la veía. Ya era alguien importante para él. A veces se imaginaba que su nueva amiga conocía el alcaloide de la felicidad y se lo estaba suministrando poco a poco en las largas charlas que mantenían al sol de la tarde, a base de tazas de
café y esperanza dosificadas con sabiduría y placer.
-¿Notaste que cuando ocurrió, algo te cambió por dentro y para siempe?,
preguntó él.
-Sí- respondió ella lacónicamente triste.
Los dos intentaron sobreponerse en silencio al momento lúgubre,
recordando los buenos momentos y sensaciones que sus progenitores les
habían legado. El sintió ganas de acariciarla, como para consolarla, sintiendose culpable de haber provocado aquella conversación. Volvió en sí y la vió allí, absorta en sus pensamientos y sintió ganas de besarla, pero se contuvo, puesto que no sabía cuál sería la reacción. Llevaban varias horas dando vueltas por el barrio. Fueron a despedirse a casa de ella. De una de las azoteas emergió una figura negra. Un vecino tomaba el fresco esa noche de perros. Aunque para ellos no hubo llovizna, ni frío, ni viento. Para el otro, en soledad, había una enorme tempestad.
Ella le pidió que le improvisara una poesía. El lo intentó: "egregia figura/ que asciendes segura/ de los abismos/ayudame a ser yo mismo/besa mi frente/ y no la del de enfrente/ que siempre te
equivocas/ mala boca". Hubo risas. Se miraron y se despidieron.
Ella llegó a su casa entró en su habitación sin hacer ruido y se puso a escuchar aquella canción: "nunca vuelvas a pensar que lo nuestro no tiene solución, porque vamos a excavar un agujero en el cielo. Porque vamos a trepar tierra adentro. Vamos a luchar hasta caer muertos. Y al
final en la habitación sólo se escuchará el eco de un jadeo".
Mientras escuchaba el sonido del saxofón se puso a escribir. "Y yo estoy aquí, escribiendo con la tinta negra de mis sueños, que me presta la noche sola. Miro la pequeña ciudad que me contiene y contiene mis raíces, las piedras medievales donde me proyecté lejanamente...y miro la carretera dibujada con leves pinceladas verdes (el pino que me traías para que yo lo adornara en el rincón de nuestra casa) y no quisiera saber adónde me lleva, pero sé que conduce a otra habitación de otra
ciudad donde también miré la noche soñada e íntima, buscando...¿qué buscaba entre su entramado de luces artificiales?... Y sin embargo, la ciudad tan cercana.
Desde niña, hilvanando las miradas que han desembocado en esta noche ante la que otra vez, frente a frente, me encuentro...y sé que seguirá su curso. Que este sueño que me sueña no tendrá fin. Y
ahora, las páginas del cuaderno se están acabando y escucho apenas los pasos del bolígrafo sobre la página, garabateando mi discurso de estrellas, de sueños viejos, de zapatos rotos de andar
por calles de noche, preguntando por las luces de ese encuentro donde quisiera incluirme por saberme alguien, quién soy yo, quién he sido bailando bajo la lluvia leve de pies pequeños que
resuenan sobre mi cabeza.
Todo este tiempo buscando un nombre, un rincón donde esconderme y hallarme, sola, poblada, en secreto llena de estrellas y vías lácteas y nombres imposibles...Los mitos que me crecieron en el pelo, que se postraron ante el altar de mis deseos, los que no conté a nadie, porque no podían contrase si no era con un beso, y aún así...quedaba detrás siempre algo...como sé que ahora, en ciertos lugares, estoy detrás de algo, sugiriendo eso que no pudo ser y podría haber sido sagrado...o
tal vez lo fue...y lo sabremos ahora que lo susurra la noche a nuestros ojos aún despiertos en la madrugada. Y será siempre en alguna parte, en alguna página no escrit. El viento y todos los poetas que amé y que me amaron, me inventaron con su aliento y por eso estoy aquí, esperando con las manos abiertas, desesperando a veces, viviendo ya fuera de los sueños que me crearon, pero conectada a ellos por fibras secretas, por materiales que pasean por mis venas, mis calles interiores -ciudad mítica de piedras y lunas-, añorando las grandes alas que
me acompañaban en el vientre de sus versos, donde fui engendrada y me han dejado sola -laberinto de espejos- con la llave y la lámpara, tanteando puertas y descifrando acertijos, magullada por
encuentros y desencuentros, descosida la túnica con que me cubrieron, para que sangre y viva, y muera, la vida que me entregaron".
El volvió a casa se metió en la cama y comenzó un libro de Hemingway. Los dos estaban leyendo al mismo tiempo la misma novela. En ella, los dos personajes se disponían a volar un puente. Afuera llovía con más intensidad. El protagonista de la novela y una nueva amiga vivían un bonito romance, empujados por la inminencia de una situación de riesgo. Pero ellos se resistían a su destino y se amaban. De las balas, surgía el amor. El viento se colaba por las rendijas de la ventana de su cuarto, él se arropaba, sientiéndose a salvo, leyendo el libro en la cama. Dejó la lectura al notar que su cuerpo le avisaba en forma de erección.
El Llegó a una zona montañosa y una hombruna gitana le pidió tabaco. El se lo dió esta vez, por si las moscas. Lo peor que se le puede negar a un español es el saludo, y el tabaco. La gitana era de La Línea y estaba buscando a su hijo. Temía que por el camino, los enemigos le hubiesen
acribillado. Le preguntó que si no había visto a su hijo. Mintió y dijo que no: -si vuelve usted a ver a su hijo, dele este paquete de tabaco- le dijoél. Entonces apareció Ella por entre las montañas, trepando ágilmente con un ajustado maillot, seguida de su perra. Se miraron y se fundieron.
La temperatura de la tierra subió tanto que dos enormes icebergs se desprendieron del círculo polar antártico. Los científicos no encontraron explicación para el fenómeno. Sólo dijeron que en adelante
la tierra ya no sería la misma.
La noche estaba realmente muy fea el día que dimitió Anguita. Era el fin de algo. Lloviznaba, había niebla, viento, mucho frío y las nubes rozaban las antenas de los tejados. Las nubes estaban iluminadas por los haces de focos rojos y blancos de los monumentos, que daban al cielo un aspecto fantasmagórico. Las calles estaban desiertas. Era diciembre. Un leve olor a aceite y orujo impregnaba toda la ciudad. Los dos amigos entraron en un bar, bebieron, fumaron y conversaron.
-El otro día fuí al concierto de Silvio, el rockero. Contó él. Como siempre, más borracho que una cuba.
-No sé cómo paga la gente por ir a verle-repuso ella-.
-Esta vez fue peor. Lo subieron a escena entre cuatro personas. Se puso a fumar y dijo que no iba a cantar. Luego me fui a un bar con un amigo. Y ¿qué crees que nos pasó?.
-No sé -ella abrió sus enormes ojos negros y acarició a la perra Momo con más énfasis-.
-Cuando ya nos íbamos a casa se nos acercó un gitano, algo ebrio, pero simpático, pidiendo tabaco y se lo negamos a pesar de que teníamos.
-¿Porqué?.
-Pues no sé, estábamos un poco borrachos. Quizá por miedo. Pero ahí no queda todo.
Ella cogió un cigarrillo, lo encendió y le dió una calada honda y se dispuso a escuchar.
-Pasó que el gitano, miró al bolsillo de mi chamarreta y descubrió un paquete de Fortuna enterito.Yo pensé que reaccionaría de otra manera pero lo que hizo fue que comenzó a largar un rollo sobre que hay que ser buenos, que hay que dar, que compartir, que si le hubiera dado tabaco, le hubiese tenido como amigo...
-¿Y tú que hiciste?.
-Pues le pedí perdón, pero ya se puso pesado, repetía lo mismo una y otra vez hasta que aparecieron tres amigos del chaval con el que yo iba, compañeros suyos de la Universidad que habían venido para hacerle una visita de fin de semana.Comenzaron a contar chistes y películas y enseguida conectamos. De repente todo se volvió placenteramente surrealista. Eran las cinco de la mañana de un sábado y estabamos en medio de la calle cantando bulerías yo, mi amigo, los tres amigos de mi
amigo, y el gitano del tabaco.
-Jajajaj. Pues si. Visto de esa manera.
-El gitano no había cambiado de conversación en la última hora, y se puso a hablar con el de Cádiz, y le contó la anécdota del tabaco. De repente el gitano le dijo al de Cádiz "no me digas que tú eres
de Rota, pues yo soy de La Línea". Y ambos se dieron un efusivo abrazo como si estuviesen en Alemania.
El de Cádiz me quitó el poco tabaco que me quedaba y empezó a repartirlo. Total, a las seis de la mañana la improvisada juerga flamenca se dispersó, porque los de fuera tenían que tomar el
autobús y el gitano se tenía que ir a trabajar, por lo que nos dejó en paz, pero sin tabaco.
-Oye, nos vamos a ir que el camarero nos mira con cara de enfado. Explicó ella.
Salieron del bar y se dispusieron a pasear por la carretera.
Continuaba soplando el viento. Ella contó que hacía poco le habían dicho que tenía un aura muy positiva. Era la primera vez que me decían algo así.
Para entonces ya estaban sentados en un sardiné, cerca de la carretera. La noche tiene misterio -dijo ella-. Yo creo que la gente tiene energía positiva o negativa.
-A mucha gente le gusta creer que tiene una determinada aura o facultad.
Eso les ayuda -replicó el otro-. La fe mueve montañas.
-Más que la fe en una religión, creer en algo. Hay que creer en algo. En
lo que sea. En el hombre, en la mujer, en la religión o en unas tetas.
El la había echado de menos. Hacía un mes que no la veía. Ya era alguien importante para él. A veces se imaginaba que su nueva amiga conocía el alcaloide de la felicidad y se lo estaba suministrando poco a poco en las largas charlas que mantenían al sol de la tarde, a base de tazas de
café y esperanza dosificadas con sabiduría y placer.
-¿Notaste que cuando ocurrió, algo te cambió por dentro y para siempe?,
preguntó él.
-Sí- respondió ella lacónicamente triste.
Los dos intentaron sobreponerse en silencio al momento lúgubre,
recordando los buenos momentos y sensaciones que sus progenitores les
habían legado. El sintió ganas de acariciarla, como para consolarla, sintiendose culpable de haber provocado aquella conversación. Volvió en sí y la vió allí, absorta en sus pensamientos y sintió ganas de besarla, pero se contuvo, puesto que no sabía cuál sería la reacción. Llevaban varias horas dando vueltas por el barrio. Fueron a despedirse a casa de ella. De una de las azoteas emergió una figura negra. Un vecino tomaba el fresco esa noche de perros. Aunque para ellos no hubo llovizna, ni frío, ni viento. Para el otro, en soledad, había una enorme tempestad.
Ella le pidió que le improvisara una poesía. El lo intentó: "egregia figura/ que asciendes segura/ de los abismos/ayudame a ser yo mismo/besa mi frente/ y no la del de enfrente/ que siempre te
equivocas/ mala boca". Hubo risas. Se miraron y se despidieron.
Ella llegó a su casa entró en su habitación sin hacer ruido y se puso a escuchar aquella canción: "nunca vuelvas a pensar que lo nuestro no tiene solución, porque vamos a excavar un agujero en el cielo. Porque vamos a trepar tierra adentro. Vamos a luchar hasta caer muertos. Y al
final en la habitación sólo se escuchará el eco de un jadeo".
Mientras escuchaba el sonido del saxofón se puso a escribir. "Y yo estoy aquí, escribiendo con la tinta negra de mis sueños, que me presta la noche sola. Miro la pequeña ciudad que me contiene y contiene mis raíces, las piedras medievales donde me proyecté lejanamente...y miro la carretera dibujada con leves pinceladas verdes (el pino que me traías para que yo lo adornara en el rincón de nuestra casa) y no quisiera saber adónde me lleva, pero sé que conduce a otra habitación de otra
ciudad donde también miré la noche soñada e íntima, buscando...¿qué buscaba entre su entramado de luces artificiales?... Y sin embargo, la ciudad tan cercana.
Desde niña, hilvanando las miradas que han desembocado en esta noche ante la que otra vez, frente a frente, me encuentro...y sé que seguirá su curso. Que este sueño que me sueña no tendrá fin. Y
ahora, las páginas del cuaderno se están acabando y escucho apenas los pasos del bolígrafo sobre la página, garabateando mi discurso de estrellas, de sueños viejos, de zapatos rotos de andar
por calles de noche, preguntando por las luces de ese encuentro donde quisiera incluirme por saberme alguien, quién soy yo, quién he sido bailando bajo la lluvia leve de pies pequeños que
resuenan sobre mi cabeza.
Todo este tiempo buscando un nombre, un rincón donde esconderme y hallarme, sola, poblada, en secreto llena de estrellas y vías lácteas y nombres imposibles...Los mitos que me crecieron en el pelo, que se postraron ante el altar de mis deseos, los que no conté a nadie, porque no podían contrase si no era con un beso, y aún así...quedaba detrás siempre algo...como sé que ahora, en ciertos lugares, estoy detrás de algo, sugiriendo eso que no pudo ser y podría haber sido sagrado...o
tal vez lo fue...y lo sabremos ahora que lo susurra la noche a nuestros ojos aún despiertos en la madrugada. Y será siempre en alguna parte, en alguna página no escrit. El viento y todos los poetas que amé y que me amaron, me inventaron con su aliento y por eso estoy aquí, esperando con las manos abiertas, desesperando a veces, viviendo ya fuera de los sueños que me crearon, pero conectada a ellos por fibras secretas, por materiales que pasean por mis venas, mis calles interiores -ciudad mítica de piedras y lunas-, añorando las grandes alas que
me acompañaban en el vientre de sus versos, donde fui engendrada y me han dejado sola -laberinto de espejos- con la llave y la lámpara, tanteando puertas y descifrando acertijos, magullada por
encuentros y desencuentros, descosida la túnica con que me cubrieron, para que sangre y viva, y muera, la vida que me entregaron".
El volvió a casa se metió en la cama y comenzó un libro de Hemingway. Los dos estaban leyendo al mismo tiempo la misma novela. En ella, los dos personajes se disponían a volar un puente. Afuera llovía con más intensidad. El protagonista de la novela y una nueva amiga vivían un bonito romance, empujados por la inminencia de una situación de riesgo. Pero ellos se resistían a su destino y se amaban. De las balas, surgía el amor. El viento se colaba por las rendijas de la ventana de su cuarto, él se arropaba, sientiéndose a salvo, leyendo el libro en la cama. Dejó la lectura al notar que su cuerpo le avisaba en forma de erección.
El Llegó a una zona montañosa y una hombruna gitana le pidió tabaco. El se lo dió esta vez, por si las moscas. Lo peor que se le puede negar a un español es el saludo, y el tabaco. La gitana era de La Línea y estaba buscando a su hijo. Temía que por el camino, los enemigos le hubiesen
acribillado. Le preguntó que si no había visto a su hijo. Mintió y dijo que no: -si vuelve usted a ver a su hijo, dele este paquete de tabaco- le dijoél. Entonces apareció Ella por entre las montañas, trepando ágilmente con un ajustado maillot, seguida de su perra. Se miraron y se fundieron.
La temperatura de la tierra subió tanto que dos enormes icebergs se desprendieron del círculo polar antártico. Los científicos no encontraron explicación para el fenómeno. Sólo dijeron que en adelante
la tierra ya no sería la misma.
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